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101 CUENTOS CLÁSICOS DE LA INDIA

101 cuentos clásicos de la india la tradición de un legado espiritual recopilación de ramiro calle este
18 Dec, 2022
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Transcript

101 CUENTOS
CLÁSICOS DE LA INDIA
LA TRADICIÓN DE UN LEGADO ESPIRITUAL
Recopilación de Ramiro Calle

Este libro fue pasado a formato Word para facilitar la difusión, y con
el propósito de que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a
alguien más. HERNÁN

Para descargar de Internet: Biblioteca Nueva Era
Rosario – Argentina

Adherida al Directorio Promineo
FWD: www.promineo.gq.nu
ÍNDICE

SÓLO SE NECESITA MIEDO
¿AVISARÍAS A LOS PERSONAJES DE TU SUEÑO?
EL EREMITA ASTUTO
SÉ COMO UN MUERTO
UNA BROMA DEL MAESTRO
PUREZA DE CORAZÓN
LA NIÑA Y EL ACRÓBATA
SOY TÚ
LA ELOCUENCIA DEL SILENCIO
EL BARQUERO INCULTO
LAS PESCADORAS
NI TÚ NI YO SOMOS LOS MISMOS
EL COOLI DE CALCUTA
EL VIAJERO SEDIENTO
EL TIGRE QUE BALABA
LA LLAVE DE LA FELICIDAD
UNA INSENSATA BÚSQUEDA
UN PRESO SINGULAR
DE INSTANTE EN INSTANTE
EL ATOLLADERO
EL BRAHMÍN ASTUTO
EL PERRO ATERRADO Y LA PERCEPCIÓN ERRÓNEA
PLEITO A LA LUZ
LA VERDAD... ¿ES LA VERDAD?
EL HOMBRE ECUÁNIME
LA MADERA DE SÁNDALO
SI DAÑAS, ME DAÑAS
EL PEZ Y LA TORTUGA
UNA CAÑA DE BAMBÚ PARA EL MÁS TONTO
LA PALOMA Y LA ROSA
LOS BRAZALETES DE ORO
UN YOGUI AL BORDE DEL CAMINO
EL CONDUCTOR BORRACHO
CADA HOMBRE UNA DOCTRINA
EL MARIDO DESCONFIADO
LOS MONOS
UN ERMITAÑO EN LA CORTE
NASRUDÍN VISITA LA INDIA
IGNORANCIA
EL ANCIANO Y EL NIÑO
EL LIBERADOVIVIENTE Y EL BUSCADOR
EL FALSO MAESTRO
SI HUBIERA TENIDO UN POCO MÁS DE TIEMPO
EL LORO QUE PIDE LIBERTAD
DOCE AÑOS DESPUÉS
EL CONTRABANDISTA
UN SANTUARIO MUY ESPECIAL
MEDICINA PARA CURAR EL ÉXTASIS
EL GURÚ FALAZ
LA IMPERTURBABILIDAD DEL BUDA
LAS DOS RANAS
LOS SUEÑOS DEL REY
LO ESENCIAL Y LO TRIVIAL
EL ASCETA Y LA PROSTITUTA
¿DÓNDE ESTÁ EL DÉCIMO HOMBRE?
ACTITUD DE RENUNCIA
DEPENDE DE QUIEN PROCEDA LA ORDEN
EL INCRÉDULO
LA OLLA DE BARRO
MÁS ALLÁ DE LAS DIFERENCIAS
EL PARIA SABIO
TODO LO QUE EXISTE ES DIOS
LOS DOS MÍSTICOS
LA DISPUTA
MI HIJO ESTÁ CONMIGO
LA TORTUGA Y LA ARGOLLA
CONOCERSE A UNO MISMO
LAS FANTASÍAS DE UNA ABEJA
LA NATURALEZA DE LA MENTE
LOS ERUDITOS
LA ACTITUD INTERIOR
DIEZ AÑOS DESPUÉS
EL PASTOR DISTRAÍDO
EL RECLUSO
LOS DOS AMIGOS
LOS DOS SADHUS
ANSIA
LOS ORFEBRES
EL ERMITAÑO Y EL BUSCADOR
LOS DESIGNIOS DEL KARMA
VIAJE AL CORAZÓN
EL ARTE DE LA OBSERVACIÓN
¿POR QUIÉN DEBO AFLIGIRME?
EL GRANO DE MOSTAZA
LA ENSEÑANZA DEL SABIO VEDANTÍN
¿Y QUIÉN TE ATA?
EL POBRE IGNORANTE
EL LADRÓN POLICÍA
EL DESENCANTO
EL PODER DEL MANTRA
SIGUE ADELANTE
¿HASTA CUÁNDO DORMIDO?
EL HOMBRE QUE SE DISFRAZÓ DE BAILARINA
OCHO ELEFANTES BLANCOS
UNA PARTÍCULA DE VERDAD
EL REY DE LOS MONOS
MAÑANA TE LO DIRÉ
LEALTAD
EL YOGUI TÁNTRICO
EL MENDICANTE GOLPEADO
LOS CIEGOS Y EL ELEFANTE
SÓLO SE NECESITA MIEDO

Había un rey de corazón puro y muy interesado por la búsqueda
espiritual. A menudo se hacía visitar por yoguis y maestros místicos
que pudieran proporcionarle prescripciones y métodos para su evolución
interna. Le llegaron noticias de un asceta muy sospechoso y entonces
decidió hacerlo llamar para ponerlo a prueba.
El asceta se presentó ante el monarca, y éste, sin demora, le dijo:
¡O demuestras que eres un renunciante auténtico o te haré ahorcar!
El asceta dijo:
Majestad, os juro y aseguro que tengo visiones muy extrañas y
sobrenaturales. Veo un ave dorada en el cielo y demonios bajo la
tierra.
!Ahora mismo los estoy viendo! ¡Sí, ahora mismo!
¿Cómo es posible inquirió el rey que a través de estos espesos
muros puedas ver lo que dices en el cielo y bajo tierra?
Y el asceta repuso:
Sólo se necesita miedo.
*El Maestro dice: Caminar hacia la Verdad es más difícil que hacerlo
por el filo de la navaja, por eso sólo algunos se comprometen con la
Búsqueda.
¿AVISARÍAS A LOS PERSONAJES DE TU SUEÑO?
El discípulo se reunió con su mentor espiritual para indagar algunos
aspectos de la Liberación y de aquellos que la alcanzan. Departieron
durante horas. Por último, el discípulo le preguntó al maestro:
¿Cómo es posible que un ser humano liberado pueda permanecer tan
sereno a pesar de las terribles tragedias que padece la humanidad?
El mentor tomó entre las suyas las manos del perplejo discípulo, y le
explicó:
Tú estás durmiendo. Supóntelo.
Sueñas que vas en un barco con otros muchos pasajeros. De repente, el
barco encalla y comienza a hundirse. Angustiado, te despiertas. Y la
pregunta que yo te hago es: ¿Acaso te duermes rápidamente de nuevo
para avisar a los personajes de tu sueño?
*El Maestro dice: El ser liberado es como una flor que no deja de
exhalar su aroma y, suceda lo que suceda, no se marchita.
EL EREMITA ASTUTO

Era un eremita de muy avanzada edad. Sus cabellos eran blancos como la
espuma, y su rostro aparecía surcado con las profundas arrugas de más
de un siglo de vida. Pero su mente continuaba siendo sagaz y despierta
y su cuerpo flexible como un lirio. Sometiéndose a toda suerte de
disciplinas y austeridades, había obtenido un asombroso dominio sobre
sus facultades y desarrollado portentosos poderes psíquicos. Pero, a
pesar de ello, no había logrado debilitar su arrogante ego. La muerte
no perdona a nadie, y cierto día, Yama, el Señor de la Muerte, envió a
uno de sus emisarios para que atrapase al eremita y lo condujese a su
reino. El ermitaño, con su desarrollado poder clarividente, intuyó las
intenciones del emisario de la muerte y, experto en el arte de la
ubicuidad, proyectó treinta y nueve formas idénticas a la suya. Cuando
llegó el emisario de la muerte, contempló, estupefacto, cuarenta
cuerpos iguales y, siéndole imposible detectar el cuerpo verdadero, no
pudo apresar al astuto eremita y llevárselo consigo. Fracasado el
emisario de la muerte, regresó junto a Yama y le expuso lo acontecido.
Yama, el poderoso Señor de la Muerte, se quedó pensativo durante unos
instantes. Acercó sus labios al oído del emisario y le dio algunas
instrucciones de gran precisión. Una sonrisa asomó en el rostro
habitualmente circunspecto del emisario, que se puso seguidamente en
marcha hacia donde habitaba el ermitaño. De nuevo, el eremita, con su
tercer ojo altamente desarrollado y perceptivo, intuyó que se
aproximaba el emisario. En unos instantes, reprodujo el truco al que
ya había recurrido anteriormente y recreó treinta y nueve formas
idénticas a la suya.
El emisario de la muerte se encontró con cuarenta formas iguales.
Siguiendo las instrucciones de Yama, exclamó:
Muy bien, pero que muy bien.
!Qué gran proeza!
Y tras un breve silencio, agregó:
Pero, indudablemente, hay un pequeño fallo.
Entonces el eremita, herido en su orgullo, se apresuró a preguntar:
¿Cuál?
Y el emisario de la muerte pudo atrapar el cuerpo real del ermitaño y
conducirlo sin demora a las tenebrosas esferas de la muerte.
*El Maestro dice: El ego abre el camino hacia la muerte y nos hace
vivir de espaldas a la realidad del Ser. Sin ego, eres el que jamás
has dejado de ser.
SÉ COMO UN MUERTO

Era un venerable maestro. En sus ojos había un reconfortante destello
de paz permanente. Sólo tenía un discípulo, al que paulatinamente iba
impartiendo la enseñanza mística. El cielo se había teñido de una
hermosa tonalidad de naranjaoro, cuando el maestro se dirigió al
discípulo y le ordenó:
Querido mío, mi muy querido, acércate al cementerio y, una vez allí,
con toda la fuerza de tus pulmones, comienza a gritar toda clase de
halagos a los muertos.
El discípulo caminó hasta un cementerio cercano. El silencio era
sobrecogedor. Quebró la apacible atmósfera del lugar gritando toda
clase de elogios a los muertos. Después regresó junto a su maestro.
¿Qué te respondieron los muertos? preguntó el maestro.
Nada dijeron.
En ese caso, mi muy querido amigo, vuelve al cementerio y lanza toda
suerte de insultos a los muertos.
El discípulo regresó hasta el silente cementerio. A pleno pulmón,
comenzó a soltar toda clase de improperios contra los muertos. Después
de unos minutos, volvió junto al maestro, que le preguntó al instante:
¿Qué te han respondido los muertos?
De nuevo nada dijeron repuso el discípulo.
Y el maestro concluyó:
Así debes ser tú: indiferente, como un muerto, a los halagos y a los
insultos de los otros.
*El Maestro dice: Quien hoy te halaga, mañana te puede insultar y
quien hoy te insulta, mañana te puede halagar. No seas como una hoja a
merced del viento de los halagos e insultos. Permanece en ti mismo más
allá de unos y de otros.
UNA BROMA DEL MAESTRO

Había en un pueblo de la India un hombre de gran santidad. A los
aldeanos les parecía una persona notable a la vez que extravagante. La
verdad es que ese hombre les llamaba la atención al mismo tiempo que
los confundía. El caso es que le pidieron que les predicase. El
hombre, que siempre estaba en disponibilidad para los demás, no dudó
en aceptar. El día señalado para la prédica, no obstante, tuvo la
intuición de que la actitud de los asistentes no era sincera y de que
debían recibir una lección. Llegó el momento de la charla y todos los
aldeanos se dispusieron a escuchar al hombre santo confiados en pasar
un buen rato a su costa. El maestro se presentó ante ellos. Tras una
breve pausa de silencio, preguntó:
Amigos, ¿sabéis de qué voy a hablaros?
No contestaron.
En ese caso dijo, no voy a decirles nada. Son tan ignorantes que
de nada podría hablarles que mereciera la pena. En tanto no sepan de
qué voy a hablarles, no les dirigiré la palabra.
Los asistentes, desorientados, se fueron a sus casas. Se reunieron al
día siguiente y decidieron reclamar nuevamente las palabras del santo.
El hombre no dudó en acudir hasta ellos y les preguntó:
¿Sabéis de qué voy a hablaros?
Sí, lo sabemos repusieron los aldeanos.
Siendo así dijo el santo, no tengo nada que deciros, porque ya lo
sabéis. Que paséis una buena noche, amigos.
Los aldeanos se sintieron burlados y experimentaron mucha indignación.
No se dieron por vencidos, desde luego, y convocaron de nuevo al
hombre santo. El santo miró a los asistentes en silencio y calma.
Después, preguntó:
¿Sabéis, amigos, de qué voy a hablaros?
No queriendo dejarse atrapar de nuevo, los aldeanos ya habían
convenido la respuesta:
Algunos lo sabemos y otros no.
Y el hombre santo dijo:
En tal caso, que los que saben transmitan su conocimiento a los que
no saben.
Dicho esto, el hombre santo se marchó de nuevo al bosque.
*El Maestro dice: Sin acritud, pero con firmeza, el ser humano debe
velar por sí mismo.
PUREZA DE CORAZÓN

Se trataba de dos ermitaños que vivían en un islote cada uno de ellos.
El ermitaño joven se había hecho muy célebre y gozaba de gran
reputación, en tanto que el anciano era un desconocido. Un día, el
anciano tomó una barca y se desplazó hasta el islote del afamado
ermitaño. Le rindió honores y le pidió instrucción espiritual. El
joven le entregó un mantra y le facilitó las instrucciones necesarias
para la repetición del mismo. Agradecido, el anciano volvió a tomar la
barca para dirigirse a su islote, mientras su compañero de búsqueda se
sentía muy orgulloso por haber sido reclamado espiritualmente. El
anciano se sentía muy feliz con el mantra.
Era una persona sencilla y de corazón puro. Toda su vida no había
hecho otra cosa que ser un hombre de buenos sentimientos y ahora, ya
en su ancianidad, quería hacer alguna práctica metódica.
Estaba el joven ermitaño leyendo las escrituras, cuando, a las pocas
horas de marcharse, el anciano regresó. Estaba compungido, y dijo:
Venerable asceta, resulta que he olvidado las palabras exactas del
mantra. Siento ser un pobre ignorante. ¿Puedes indicármelo otra vez?
El joven miró al anciano con condescendencia y le repitió el mantra.
Lleno de orgullo, se dijo interiormente: “Poco podrá este pobre hombre
avanzar por la senda hacia la Realidad si ni siquiera es capaz de
retener un mantra”. Pero su sorpresa fue extraordinaria cuando de
repente vio que el anciano partía hacia su islote caminando sobre las
aguas.
*El Maestro dice: No hay mayor logro que la pureza de corazón. ¿Qué no
puede obtenerse con un corazón limpio?
LA NIÑA Y EL ACRÓBATA

Era una niña de ojos grandes como lunas, con la sonrisa suave del
amanecer. Huérfana siempre desde que ella recordara, se había asociado
a un acróbata con el que recorría, de aquí para allá, los pueblos
hospitalarios de la India. Ambos se habían especializado en un número
circense que consistía en que la niña trepaba por un largo palo que el
hombre sostenía sobre sus hombros. La prueba no estaba ni mucho menos
exenta de riesgos.
Por eso, el hombre le indicó a la niña:
Amiguita, para evitar que pueda ocurrirnos un accidente, lo mejor
será que, mientras hacemos nuestro número, yo me ocupe de lo que tú
estás haciendo y tú de lo que estoy haciendo yo.
De ese modo no correremos peligro, pequeña.
Pero la niña, clavando sus ojos enormes y expresivos en los de su
compañero, replicó:
No, Babu, eso no es lo acertado. Yo me ocuparé de mí y tú te
ocuparás de ti, y así, estando cada uno muy pendiente de lo que uno
mismo hace, evitaremos cualquier accidente.
*El Maestro dice: Permanece vigilante de ti y libra tus propias
batallas en lugar de intervenir en las de otros. Atento de ti mismo,
así avanzarás seguro por la vía hacia la Liberación definitiva.
SOY TÚ

Era un discípulo honesto. Moraba en su corazón el afán de
perfeccionamiento. Un anochecer, cuando las chicharras quebraban el
silencio de la tarde, acudió a la modesta casita de un yogui y llamó a
la puerta.
¿Quién es? preguntó el yogui.
Soy yo, respetado maestro. He venido para que me proporciones
instrucción espiritual.
No estás lo suficientemente maduro replicó el yogui sin abrir la
puerta. Retírate un año a una cueva y medita. Medita sin descanso.
Luego, regresa y te daré instrucción. Al principio, el discípulo se
desanimó, pero era un verdadero buscador, de esos que no ceden en su
empeño y rastrean la verdad aun a riesgo de su vida. Así que obedeció
al yogui.
Buscó una cueva en la falda de la montaña y durante un año se sumió en
meditación profunda. Aprendió a estar consigo mismo; se ejercitó en el
Ser.
Sobrevinieron las lluvias del monzón. Por ellas supo el discípulo que
había transcurrido un año desde que llegara a la cueva. Abandonó la
misma y se puso en marcha hacia la casita del maestro. Llamó a la
puerta.
¿Quién es? preguntó el yogui.
Soy tú repuso el discípulo.
Si es así dijo el yogui, entra. No había lugar en esta casa para
dos yoes.
*El Maestro dice: Más allá de la mente y el pensamiento está el Ser.
Y en el Ser todos los seres.
LA ELOCUENCIA DEL SILENCIO
Un padre deseaba para sus dos hijos la mejor formación mística
posible.
Por ese motivo, los envió a adiestrarse espiritualmente con un
reputado maestro de la filosofía vedanta. Después de un año, los hijos
regresaron al hogar paterno. El padre preguntó a uno de ellos sobre el
Brahmán, y el hijo se extendió sobre la Deidad haciendo todo tipo de
ilustradas referencias a las escrituras, textos filosóficos y
enseñanzas metafísicas. Después, el padre preguntó sobre el Brahmán al
otro hijo, y éste se limitó a guardar silencio.
Entonces el padre, dirigiéndose a este último, declaró:
Hijo, tú sí que sabes realmente lo que es el Brahmán.
*El Maestro dice: La palabra es limitada y no puede nombrar lo
innombrable.
EL BARQUERO INCULTO
Se trataba de un joven erudito, arrogante y engreído. Para cruzar un
caudaloso río de una a otra orilla tomó una barca. Silente y sumiso,
el barquero comenzó a remar con diligencia. De repente, una bandada de
aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:
Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las aves?
No, señor repuso el barquero.
Entonces, amigo, has perdido la cuarta parte de tu vida.
Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas
plantas que flotaban en las aguas del río. El joven preguntó al
barquero:
Dime, barquero, ¿has estudiado botánica?
No, señor, no sé nada de plantas.
Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida comentó el
petulante joven.
El barquero seguía remando pacientemente. El sol del mediodía se
reflejaba luminosamente sobre las aguas del río. Entonces el joven
preguntó:
Sin duda, barquero, llevas muchos años deslizándote por las aguas.
?Sabes, por cierto, algo de la naturaleza del agua?
No, señor, nada sé al respecto.
No sé nada de estas aguas ni de otras.
¡Oh, amigo! exclamó el joven.
De verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu vida.
Súbitamente, la barca comenzó a hacer agua. No había forma de achicar
tanta agua y la barca comenzó a hundirse. El barquero preguntó al
joven:
Señor, ¿sabes nadar?
No repuso el joven.
Pues me temo, señor, que has perdido toda tu vida.
*El Maestro dice: No es a través del intelecto como se alcanza el Ser:
el pensamiento no puede comprender al pensador y el conocimiento
erudito no tiene nada que ver con la Sabiduría*.
LAS PESCADORAS
Se trataba de un grupo de pescadoras. Después de concluida la faena,
se pusieron en marcha hacia sus respectivas casas. El trayecto era
largo y, cuando la noche comenzaba a caer, se desencadenó una violenta
tormenta.
Llovía tan torrencialmente que era necesario guarecerse. Divisaron a
lo lejos una casa y comenzaron a correr hacia ella. Llamaron a la
puerta y les abrió una hospitalaria mujer que era la dueña de la casa
y se dedicaba al cultivo y venta de flores. Al ver totalmente
empapadas a las pescadoras, les ofreció una habitación para que
tranquilamente pasaran allí la noche.
Era una amplia estancia donde había una gran cantidad de cestas con
hermosas y muy variadas flores, dispuestas para ser vendidas al
siguiente día.
Las pescadoras estaban agotadas y se pusieron a dormir. Sin embargo,
no lograban conciliar el sueño y empezaron a quejarse del aroma de las
flores: “!Qué peste! No hay quien soporte este olor. Así no hay quien
pueda dormir”. Entonces una de ellas tuvo una idea y se la sugirió a
sus compañeras:
No hay quien aguante esta peste, amigas, y, si no ponemos remedio,
no vamos a poder pegar un ojo. Coged las canastas de pescado y
utilizadlas como almohada y así conseguiremos evitar este desagradable
olor.
Las mujeres siguieron la sugerencia de su compañera. Cogieron las
cestas malolientes de pescado y apoyaron las cabezas sobre ellas.
Apenas había pasado un minuto y ya todas ellas dormían profundamente.
*El Maestro dice: Por ignorancia y ausencia de entendimiento correcto,
el ser humano se pierde en las apariencias y no percibe lo Real.
NI TÚ NI YO SOMOS LOS MISMOS
El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él
comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la
compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta,
siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso
dispuesto a matarlo.
Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su
paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la
intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al
lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se
dio cuenta de lo sucedido permaneció impasible, sin perder la sonrisa
de los labios.
Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó
afectuosamente.
Muy sorprendido, Devadatta preguntó:
¿No estás enfadado, señor?
No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió:
¿Por qué?
Y el Buda dijo:
Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que
estaba allí cuando me fue arrojada.
*El Maestro dice: Para el que sabe ver, todo es transitorio: para el
que sabe amar, todo es perdonable.
EL COOLI DE CALCUTA
Un buscador occidental llegó a Calcuta. En su país había recibido
noticias de un elevado maestro espiritual llamado Baba Gitananda.
Después de un agotador viaje en tren de Delhi a Calcuta, en cuanto
abandonó la abigarrada estación de la ciudad, se dirigió a un cooli
para preguntarle sobre Baba Gitananda. El cooli nunca había oído
hablar de este hombre.
El occidental preguntó a otros coolíes, pero tampoco habían escuchado
nunca ese nombre. Por fortuna, y finalmente, un cooli, al ser
inquirido, le contestó:
Sí, señor, conozco al maestro espiritual por el que preguntáis.
El extranjero contempló al cooli.
Era un hombre muy sencillo, de edad avanzada y aspecto de pordiosero.
¿Estás seguro de que conoces a Baba Gitananda? preguntó,
insistiendo.
Sí, lo conozco bien repuso el cooli.
Entonces, llévame hasta él.
El buscador occidental se acomodó en el carrito y el cooli comenzó a
tirar del mismo. Mientras era transportado por las atestadas calles de
la ciudad, el extranjero se decía para sus adentros: “Este pobre
hombre no tiene aspecto de conocer a ningún maestro espiritual y mucho
menos a Baba Gitananda. Ya veremos dónde termina por llevarme”.
Después de un largo trayecto, el cooli se detuvo en una callejuela tan
estrecha por la que apenas podía casi pasar el carrito. Jadeante por
el esfuerzo y con voz entrecortada, dijo:
Señor, voy a mirar dentro de la casa. Entrad en unos instantes.
El occidental estaba realmente sorprendido. ¿Le habría conducido hasta
allí para robarle o, aún peor, incluso para que tal vez le golpearan o
quitaran la vida? Era en verdad una callejuela inmunda. ¿Cómo iba a
vivir allí Baba Gitananda ni ningún mentor espiritual? Vaciló e
incluso pensó en huir. Pero, recurriendo a todo su coraje, se decidió
a bajar del carrito y entrar en la casa por la que había penetrado el
cooli. Tenía miedo, pero trataba de sobreponerse. Atravesó un pasillo
que desembocaba en una sala que estaba en semipenumbra y donde olía a
sándalo. Al fondo de la misma, vio la silueta de un hombre en
meditación profunda. Lentamente se fue aproximando al yogui, sentado
en posición de loto sobre una piel de antílope y en actitud de
meditación.
!Cuál no sería su sorpresa al comprobar que aquel hombre era el cooli
que le había conducido hasta allí! A pesar de la escasa luz de la
estancia, el occidental pudo ver los ojos amorosos y calmos del cooli,
y contemplar el lento movimiento de sus labios al decir:
Yo soy Baba Gitananda. Aquí me tienes, amigo mío.
*El Maestro dice: Porque tenemos la mente llena de prejuicios,
convencionalismo y toda clase de ideas preconcebidas, se perturba
nuestra visión y se distorsiona nuestro discernimiento.
EL VIAJERO SEDIENTO
Lentamente, el sol se había ido ocultando y la noche había caído por
completo. Por la inmensa planicie de la India se deslizaba un tren
como una descomunal serpiente quejumbrosa.
Varios hombres compartían un departamento y, como quedaban muchas
horas para llegar al destino, decidieron apagar la luz y ponerse a
dormir. El tren proseguía su marcha. Transcurrieron los minutos y los
viajeros empezaron a conciliar el sueño. Llevaban ya un buen número de
horas de viaje y estaban muy cansados. De repente, empezó a escucharse
una voz que decía:
¡Ay, qué sed tengo! ¡Ay, qué sed tengo!
Así una y otra vez, insistente y monótonamente. Era uno de los
viajeros que no cesaba de quejarse de su sed, impidiendo dormir al
resto de sus compañeros. Ya resultaba tan molesta y repetitiva su
queja, que uno de los viajeros se levantó, salió del departamento, fue
al lavabo y le trajo un vaso de agua. El hombre sediento bebió con
avidez el agua. Todos se echaron de nuevo. Otra vez se apagó la luz.
Los viajeros, reconfortados, se dispusieron a dormir. Transcurrieron
unos minutos. Y, de repente, la misma voz de antes comenzó a decir:
¡Ay, qué sed tenía, pero qué sed tenía!
*El Maestro dice: La mente siempre tiene problemas. Cuando no tiene
problemas reales, fabrica problemas imaginarios y ficticios, teniendo
incluso que buscar soluciones imaginarias y ficticias.
EL TIGRE QUE BALABA
Al atacar a un rebaño, una tigresa dio a luz y poco después murió. El
cachorro creció entre las ovejas y llegó él mismo a tomarse por una de
ellas, y como una oveja llegó a ser considerado y tratado por el
rebaño.
Era sumamente apacible, pacía y balaba, ignorando por completo su
verdadera naturaleza. Así transcurrieron algunos años.
Un día llegó un tigre hasta el rebaño y lo atacó. Se quedó estupefacto
cuando comprobó que entre las ovejas había un tigre que se comportaba
como una oveja más. No pudo por menos que decirle:
Oye, ¿por qué te comportas como una oveja, si tú eres un tigre?
Pero el tigreoveja baló asustado.
Entonces el tigre lo condujo ante un lago y le mostró su propia
imagen.
Pero el tigreoveja seguía creyéndose una oveja, hasta tal punto que
cuando el tigre recién llegado le dio un trozo de carne ni siquiera
quiso probarla.
Pruébala le ordenó el tigre.
Asustado, sin dejar de balar, el tigreoveja probó la carne. En ese
momento la carne cruda desató sus instintos de tigre y reconoció de
golpe su verdadera y propia naturaleza.
*El Maestro dice: El ser humano común está tan identificado con la
burda máscara de su personalidad y su ego que desconoce su genuina y
real naturaleza.
LA LLAVE DE LA FELICIDAD
El Divino se sentía solo y quería hallarse acompañado. Entonces
decidió crear unos seres que pudieran hacerle compañía. Pero cierto
día, estos seres encontraron la llave de la felicidad, siguieron el
camino hacia el Divino y se reabsorbieron a Él.
Dios se quedó triste, nuevamente solo. Reflexionó. Pensó que había
llegado el momento de crear al ser humano, pero temió que éste pudiera
descubrir la llave de la felicidad, encontrar el camino hacia Él y
volver a quedarse solo. Siguió reflexionando y se preguntó dónde
podría ocultar la llave de la felicidad para que el hombre no diese
con ella. Tenía, desde luego, que esconderla en un lugar recóndito
donde el hombre no pudiese hallarla. Primero pensó en ocultarla en el
fondo del mar; luego, en una caverna de los Himalayas; después, en un
remotísimo confín del espacio sideral. Pero no se sintió satisfecho
con estos lugares. Pasó toda la noche en vela, preguntándose cual
sería el lugar seguro para ocultar la llave de la felicidad. Pensó que
el hombre terminaría descendiendo a lo más abismal de los océanos y
que allí la llave no estaría segura. Tampoco lo estaría en una gruta
de los Himalayas, porque antes o después hallaría esas tierras. Ni
siquiera estaría bien oculta en los vastos espacios siderales, porque
un día el hombre exploraría todo el universo. “?Dónde ocultarla?”,
continuaba preguntándose al amanecer. Y cuando el sol comenzaba a
disipar la bruma matutina, al Divino se le ocurrió de súbito el único
lugar en el que el hombre no buscaría la llave de la felicidad: dentro
del hombre mismo. Creó al ser humano y en su interior colocó la llave
de la felicidad.
*El Maestro dice: Busca dentro de ti mismo. “Desafía” a Dios y róbale
la suprema felicidad.
UNA INSENSATA BÚSQUEDA

Una mujer estaba buscando afanosamente algo alrededor de un farol.
Entonces un transeúnte pasó junto a ella y se detuvo a contemplarla.
No pudo por menos que preguntar:
Buena mujer, ¿qué se te ha perdido?, ¿qué buscas?
Sin poder dejar de gemir, la mujer, con la voz entrecortada por los
sollozos, pudo responder a duras penas:
Busco una aguja que he perdido en mi casa, pero como allí no hay
luz, he venido a buscarla junto a este farol.
*El Maestro dice: No quieras encontrar fuera de ti mismo lo que sólo
dentro de ti puede ser hallado.
UN PRESO SINGULAR
Era un hombre que había sido encarcelado. A través de un ventanuco
enrejado que había en su celda gustaba de mirar al exterior. Todos los
días se asomaba al ventanuco, y, cada vez que veía pasar a alguien al
otro lado de las rejas, estallaba en sonoras e irrefrenables
carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido. Un día ya no
pudo por menos que preguntar al preso:
Oye, hombre, ¿a qué vienen todas esas risotadas día tras día?
Y el preso contestó:
¿Cómo que de qué me río? ¡Pero estás ciego! Me río de todos esos que
hay ahí. ¿No ves que están presos detrás de estas rejas?
*El Maestro dice: Por falta de discernimiento puro, no sólo estás en
cautiverio, sino que ni siquiera llegas a darte cuenta de que lo
estás.
DE INSTANTE EN INSTANTE
Era un yogui muy anciano. Ni siquiera él mismo recordaba sus años,
pero había mantenido la consciencia clara como un diamante, aunque su
rostro estaba apergaminado y su cuerpo se había tornado frágil como el
de un pajarillo. Al despuntar el día se hallaba efectuando sus
abluciones en las frescas aguas del río. Entonces llegaron hasta él
algunos aspirantes espirituales y le preguntaron qué debían hacer para
adiestrarse en la verdad. El anciano los miró con infinito amor y,
tras unos segundos de silencio pleno, dijo:
Yo me aplico del siguiente modo: Cuando como, como; cuando duermo,
duermo; cuando hago mis abluciones, hago mis abluciones, y cuando
muero, muero.
Y al concluir sus palabras, se murió, abandonando junto a la orilla
del río su decrépito cuerpo.
*El Maestro dice: La verdad no es una abstracción ni un concepto.
Cuando la actitud es la correcta, la verdad se cultiva aquí y ahora,
de instante en instante.
EL ATOLLADERO
He aquí que un hombre entró en una pollería. Vio un pollo colgado y,
dirigiéndose al pollero, le dijo:
Buen hombre, tengo esta noche en casa una cena para unos amigos y
necesito un pollo. ¿Cuánto pesa éste?
El pollero repuso:
Dos kilos, señor.
El cliente meció ligeramente la cabeza en un gesto dubitativo y dijo:
Éste no me vale entonces. Sin duda, necesito uno más grande.
Era el único pollo que quedaba en la tienda. El resto de los pollos se
habían vendido. El pollero, empero, no estaba dispuesto a dejar pasar
la ocasión. Cogió el pollo y se retiró a la trastienda, mientras iba
explicando al cliente:
No se preocupe, señor, enseguida le traeré un pollo mayor.
Permaneció unos segundos en la trastienda. Acto seguido apareció con
el mismo pollo entre las manos, y dijo:
Éste es mayor, señor. Espero que sea de su agrado.
¿Cuánto pesa éste? preguntó el cliente.
Tres kilos contestó el pollero sin dudarlo un instante.
Y entonces el cliente dijo:
Bueno, me quedo con los dos.
*El Maestro dice: En un atolladero tal se halla todo aspirante
espiritual cuando verdaderamente no se compromete con la Búsqueda.
EL BRAHMÍN ASTUTO
Era en el norte de la India, allí donde las montañas son tan elevadas
que parece como si quisieran acariciar las nubes con sus picos. En un
pueblecillo perdido en la inmensidad del Himalaya se reunieron un
asceta, un peregrino y un brahmín. Comenzaron a comentar cuánto
dedicaban a Dios cada uno de ellos de aquellas limosnas que recibían
de los fieles. El asceta dijo:
Mirad, yo lo que acostumbro a hacer es trazar un círculo en el suelo
y lanzar las monedas al aire. Las que caen dentro del círculo me las
quedo para mis necesidades y las que caen fuera del círculo se las
ofrendo al Divino.
Entonces intervino el peregrino para explicar:
Sí, también yo hago un círculo en el suelo y procedo de la misma
manera, pero, por el contrario, me quedo para mis necesidades con las
monedas que caen fuera del círculo y doy al Señor las que caen dentro
del mismo.
Por último habló el brahmín para expresarse de la siguiente forma:
También yo, queridos compañeros, dibujo un círculo en el suelo y
lanzo las monedas al aire. Las que no caen, son para Dios y las que
caen las guardo para mis necesidades.
*El Maestro dice: Así proceden muchas personas que se dicen
religiosas. Tienen dos rostros y uno es todavía más falso que el otro.
EL PERRO ATERRADO Y LA PERCEPCIÓN ERRÓNEA

Se trataba de un perro callejero.
Le gustaba curiosear todos los rincones e ir de aquí para allá.
Siempre había sido un vagabundo y disfrutaba mucho con su forma de
vida. Pero en una ocasión penetró en un palacio cuyas paredes estaban
recubiertas de espejos. El perro entró corriendo en una de sus
acristaladas estancias y al instante vio que innumerables perros
corrían hacia él en dirección opuesta a la suya. Aterrado, se volvió
hacia la derecha para tratar de huir, pero entonces comprobó que
también había gran número de perros en esa dirección. Se volvió hacia
la izquierda y comenzó a ladrar despavorido. Decenas de perros, por la
izquierda, le ladraban amenazantes. Sintió que estaba rodeado de
furiosos perros y que no tenía escapatoria. Miró en todas las
direcciones y en todas contempló perros enemigos que no dejaban de
ladrarle. En ese momento el terror paralizó su corazón y murió víctima
de la angustia.
*El Maestro dice: La percepción errónea conduce a la muerte
espiritual. Sólo el discernimiento purificado abre una vía hacia el
despertar definitivo.
PLEITO A LA LUZ
He aquí que un día la oscuridad se percató de que la luz cada vez le
estaba robando mayor espacio y decidió entonces ponerle un pleito.
Tiempo después, llegó el día marcado para el juicio. La luz se personó
en la sala antes de que lo hiciera la oscuridad.
Llegaron los respectivos abogados y el juez. Transcurrió el tiempo,
pero la oscuridad no se presentaba. Todos esperaron pacientemente,
pero la oscuridad no aparecía. Finalmente, harto el juez y constatando
que la parte demandante no acudía, falló a favor de la luz. ¿Qué había
sucedido? ¿Cómo era posible que la oscuridad hubiera puesto un pleito
y no se hubiera presentado? Nadie salía de su asombro, aunque la
explicación era sencilla: la oscuridad estaba fuera de la sala, pero
no se atrevió a entrar porque sabía que sería en el acto disipada por
la luz.
*El Maestro dice: La luz es consciencia y sabiduría, en tanto que la
oscuridad es ofuscación y estrechez de miras. Si te estableces en la
sabiduría, ¿hay lugar para la ofuscación?*
LA VERDAD... ¿ES LA VERDAD?
El rey había entrado en un estado de honda reflexión durante los
últimos días. Estaba pensativo y ausente. Se hacía muchas preguntas,
entre otras por qué los seres humanos no eran mejores. Sin poder
resolver este último interrogante, pidió que trajeran a su presencia a
un ermitaño que moraba en un bosque cercano y que llevaba años
dedicado a la meditación, habiendo cobrado fama de sabio y ecuánime.
Sólo porque se lo exigieron, el eremita abandonó la inmensa paz del
bosque.
Señor, ¿qué deseas de mí? preguntó ante el meditabundo monarca.
He oído hablar mucho de ti dijo el rey. Sé que apenas hablas, que
no gustas de honores ni placeres, que no haces diferencia entre un
trozo de oro y uno de arcilla, pero todos dicen que eres un sabio.
La gente dice, señor repuso indiferente el ermitaño.
A propósito de la gente quiero preguntarte dijo el monarca. ¿Cómo
lograr que la gente sea mejor?
Puedo decirte, señor repuso el ermitaño, que las leyes por sí
mismas no bastan, en absoluto, para hacer mejor a la gente. El ser
humano tiene que cultivar ciertas actitudes y practicar ciertos
métodos para alcanzar la verdad de orden superior y la clara
comprensión. Esa verdad de orden superior tiene, desde luego, muy poco
que ver con la verdad ordinaria.
El rey se quedó dubitativo. Luego reaccionó para replicar:
De lo que no hay duda, ermitaño, es de que yo, al menos, puedo
lograr que la gente diga la verdad; al menos puedo conseguir que sean
veraces.
El eremita sonrió levemente, pero nada dijo. Guardó un noble silencio.
El rey decidió establecer un patíbulo en el puente que servía de
acceso a la ciudad. Un escuadrón a las órdenes de un capitán revisaba
a todo aquel que entraba a la ciudad. Se hizo público lo siguiente:
“Toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente
interrogada. Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente, será
conducida al patíbulo y ahorcada”.
Amanecía. El ermitaño, tras meditar toda la noche, se puso en marcha
hacia la ciudad. Su amado bosque quedaba a sus espaldas. Caminaba con
lentitud. Avanzó hacia el puente. El capitán se interpuso en su camino
y le preguntó:
¿Adónde vas?
Voy camino de la horca para que podáis ahorcarme repuso sereno el
eremita.
El capitán aseveró:
No lo creo.
Pues bien, capitán, si he mentido, ahórcame.
Pero si te ahorcamos por haber mentido repuso el capitán, habremos
convertido en cierto lo que has dicho y, en ese caso, no te habremos
ahorcado por mentir, sino por decir la verdad.
Así es afirmó el ermitaño.
Ahora usted sabe lo que es la verdad... ¡Su verdad!
*El Maestro dice: El aferramiento a los puntos de vista es una traba
mental y un fuerte obstáculo en el viaje interior.
EL HOMBRE ECUÁNIME

Era un hombre querido por todos.
Vivía en un pueblo en el interior de la India, había enviudado y tenía
un hijo. Poseía un caballo, y un día, al despertarse por la mañana y
acudir al establo para dar de comer al animal, comprobó que se había
escapado. La noticia corrió por el pueblo y vinieron a verlo los
vecinos para decirle:
¡Qué mala suerte has tenido!
Para un caballo que poseías y se ha marchado.
Sí, sí, así es; se ha marchado dijo el hombre.
Transcurrieron unos días, y una soleada mañana, cuando el hombre salía
de su casa, se encontró con que en la puerta no sólo estaba su
caballo, sino que había traído otro con él. Vinieron a verlo los
vecinos y le dijeron:
¡Qué buena suerte la tuya! No sólo has recuperado tu caballo, sino
que ahora tienes dos.
Sí, sí, así es dijo el hombre.
Al disponer de dos caballos, ahora podía salir a montar con su hijo. A
menudo padre e hijo galopaban uno junto al otro. Pero he aquí que un
día el hijo se cayó del caballo y se fracturó una pierna. Cuando los
vecinos vinieron a ver al hombre, comentaron:
¡Qué mala suerte, verdadera mala suerte! Si no hubiera venido ese
segundo caballo, tu hijo estaría bien.
Sí, sí, así es dijo el hombre tranquilamente.
Pasaron un par de semanas. Estalló la guerra. Todos los jóvenes del
pueblo fueron movilizados, menos el muchacho que tenía la pierna
fracturada. Los vecinos vinieron a visitar al hombre, y exclamaron:
¡Qué buena suerte la tuya! Tu hijo se ha librado de la guerra.
Sí, sí, así es repuso serenamente el hombre ecuánime.
*El Maestro dice: Para el que sabe ver el curso de la existencia
fenoménica, no hay mayor bien que la firmeza de la mente y de ánimo.
LA MADERA DE SÁNDALO
Era un hombre que había oído hablar mucho de la preciosa y aromática
madera de sándalo, pero que nunca había tenido ocasión de verla. Había
surgido en él un fuerte deseo por conocer la apreciada madera de
sándalo. Para satisfacer su propósito, decidió escribir a todos sus
amigos y solicitarles un trozo de madera de esta clase. Pensó que
alguno tendría la bondad de enviársela. Así, comenzó a escribir cartas
y cartas, durante varios días, siempre con el mismo ruego: “Por favor,
enviadme madera de sándalo”. Pero un día, de súbito, mientras estaba
ante el papel, pensativo, mordisqueó el lápiz con el que tantas cartas
escribiera, y de repente olió la madera del lápiz y descubrió que era
de sándalo.
El Maestro dice: Si la percepción está embotada, se estrella en las
apariencias de las cosas.
SI DAÑAS, ME DAÑAS
Parvati es una de las diosas más amorosa, benevolente y misericordiosa
del panteón hindú. Es la consorte de Shiva y se manifiesta como
extraordinariamente compasiva. Cierto día, uno de sus hijos,
Kartikeya, hirió a una gata con sus uñas. De regreso a casa, corrió
hasta su madre para darle un beso. Pero al aproximarse al bello rostro
de la diosa, se dio cuenta de que ésta tenía un arañazo en la mejilla.
Madre dijo Kartikeya, hay una herida en tu mejilla. ¿Qué te ha
sucedido?
Con sus ojos de noche inmensa y profunda, la amorosa diosa miró a su
querido hijo. Era su voz melancólica y dulce cuando explicó:
Se trata de un arañazo hecho con tus uñas.
Pero, madre se apresuró a decir el joven, yo jamás osaría dañarte
en lo más mínimo. No hay ser al que yo ame tanto como a ti, querida
madre.
Una refrescante sonrisa de aurora se dibujó en los labios de la diosa.
Hijo mío dijo, ¿acaso has olvidado que esta mañana arañaste a una
gata?
Así fue, madre repuso Kartikeya.
Pues, hijo mío, ¿es que no sabes ya que nada existe en este mundo
excepto yo? ¿No soy yo misma la creación entera? Al arañar a esa gata,
me estabas arañando a mí misma.
*El Maestro dice: Al herir, te hieres. A quienquiera que dañes, te
dañas a ti mismo.
EL PEZ Y LA TORTUGA
Amanecía. Los primeros rayos del sol se reflejaban en las aguas azules
del mar de Arabia. Una tortuga salía de su sueño profundo y se
desperezaba en la playa. Abrió los ojillos y, de repente, vio un pez
que sacaba la cabeza del agua. Cuando el pez se percató de la
presencia de la tortuga, le preguntó:
Amiga tortuga, presiento que hay sabiduría en tu corazón y quiero
hacerte una pregunta: ¿qué es el agua?
La tortuga no repuso al instante.
No podía creer lo que le estaba preguntando aquel pez que estaba cerca
de ella. Cuando se dio cuenta de que no estaba durmiendo y el suceso
no era parte de un sueño, repuso:
Amigo pez, has nacido en el agua, en el agua estás viviendo y en el
agua hallarás la muerte. Alrededor de tu cuerpo hay agua y agua hay
dentro de tu cuerpo. Te alimentas de lo que en el agua encuentras y en
el agua te reproduces. ¡Y tú, pez necio, me preguntas qué es el agua!
*El Maestro dice: Ignorante como ese pez, naces, vives y mueres en el
Ser y gracias al Ser y, empero, como ese pez que desconoce el agua en
la que mora, tú ignoras la Realidad en la que habitas.
UNA CAÑA DE BAMBÚ PARA EL MÁS TONTO
Existía un próspero reino en el norte de la India. Su monarca había
alcanzado ya una edad avanzada. Un día hizo llamar a un yogui que
vivía dedicado a la meditación profunda en el bosque y dijo:
Hombre piadoso, tu rey quiere que tomes esta caña de bambú y que
recorras todo el reino con ella. Te diré lo que debes hacer. Viajarás
sin descanso de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y de aldea en
aldea. Cuando encuentres a una persona que consideres la más tonta,
deberás entregarle esta caña.
Aunque no reconozca otro rey que mi verdadero yo interior, señor,
habré de hacer lo que me dices por complacerte. Me pondré en camino
enseguida. El yogui cogió la caña que le había dado el monarca y
partió raudo. Viajó sin descanso, llegando sus pies a todos los
caminos de la India. Recorrió muchos lugares y conoció muchas
personas, pero no halló ningún ser humano al que considerase el más
tonto. Transcurrieron algunos meses y volvió hasta el palacio del rey.
Tuvo noticias de que el monarca había enfermado de gravedad y corrió
hasta sus aposentos. Los médicos le explicaron al yogui que el rey
estaba en la antesala de la muerte y se esperaba un fatal desenlace en
minutos. El yogui se aproximó al lecho del moribundo.
Con voz quebrada pero audible, el monarca se lamentaba:
¡Qué desafortunado soy, qué desafortunado! Toda mi vida acumulando
enormes riquezas y, ¿qué haré ahora para llevarlas conmigo? ¡No quiero
dejarlas, no quiero dejarlas!
El yogui entregó la caña de bambú al rey.
*El Maestro dice: Puedes ser un monarca, pero de nada sirve si tu
actitud es la de un mendigo. Sólo aquello que acumulas dentro de ti
mismo te pertenece. No hay otro tesoro que el amor.
LA PALOMA Y LA ROSA
La incipiente claridad del día comenzaba a disipar las tinieblas de
una noche tibia y hermosa. Una paloma, revoloteando y revoloteando,
penetró en un pequeño y recoleto templo de la India. Todas las paredes
estaban adornadas de espejos y en ellos se reflejaba la imagen de una
rosa que había situada, como ofrenda, en el centro del altar. La
paloma, tomando las imágenes por la rosa misma, se abalanzó contra
ellas, chocando violentamente una y otra vez contra las acristaladas
paredes del templo, hasta que, al final, su frágil cuerpo reventó y
halló la muerte. Entonces, el cuerpo de la paloma, todavía caliente,
cayó justo sobre la rosa.
*El Maestro dice: No apuntes a las apariencias; sino a la Realidad.
No te extravíes en la diversidad, sino que debes establecerte en la
Unidad.
LOS BRAZALETES DE ORO
Había una mujer que, a fuerza de una actitud recta y perseverante,
había obtenido grandes logros espirituales. Aunque desposada, siempre
hallaba tiempo para conectar con su Realidad primordial. Desde niña,
había lucido en las muñecas brazaletes de cristal. La vida se iba
consumiendo inexorablemente, como el rocío se derrite cuando brotan
los primeros rayos del sol. Ya no era joven, y las arrugas dejaban sus
huellas indelebles en su rostro. ¿Acaso en todo encuentro no está ya
presente la separación? Un día, su amado esposo fue tocado por la dama
de la muerte y su cuerpo quedó tan frío como los cantos rodados del
riachuelo en el que hacía sus abluciones. Cuando el cadáver fue
incinerado, la mujer se despojó de los brazaletes de cristal y se
colocó unos de oro. La gente del pueblo no pudo por menos que
sorprenderse. ¿A qué venía ahora ese cambio? ¿Por qué en tan dolorosos
momentos abandonaba los brazaletes de cristal y tomaba los de oro?
Algunas personas fueron hasta su casa y le preguntaron la razón de ese
proceder. La mujer hizo pasar a los visitantes. Parsimoniosamente, con
la paz propia de aquel que comprende y acepta el devenir de los
acontecimientos, preparó un sabroso té especiado.
Mientras los invitados saboreaban el líquido humeante, la mujer dijo:
¿Por qué os sorprendéis? Antes, mi marido era tan frágil como los
brazaletes de cristal, pero ahora él es fuerte y permanente como estos
brazaletes de oro.
*El Maestro dice: ¿A quién no alcanza la muerte del cuerpo? Pero
aquello que realmente anima el cuerpo es vigoroso y perdurable.
UN YOGUI AL BORDE DEL CAMINO

Era un yogui errante que había obtenido un gran progreso interior.
Se sentó a la orilla de un camino y, de manera natural, entró en
éxtasis.
Estaba en tan elevado estado de consciencia que se encontraba ausente
de todo lo circundante. Poco después pasó por el lugar un ladrón y, al
verlo, se dijo: “Este hombre, no me cabe duda, debe ser un ladrón que,
tras haber pasado toda la noche robando, ahora se ha quedado dormido.
Voy a irme a toda velocidad no vaya a ser que venga un policía a
prenderle a él y también me coja a mí”. Y huyó corriendo. No mucho
después, fue un borracho el que pasó por el lugar.
Iba dando tumbos y apenas podía tenerse en pie. Miró al hombre sentado
al borde del camino y pensó: “Éste está realmente como una cuba. Ha
bebido tanto que no puede ni moverse”.
Y, tambaleándose, se alejó. Por último, pasó un genuino buscador
espiritual y, al contemplar al yogui, se sentó a su lado, se inclinó y
besó sus pies.
*El Maestro dice: Así como cada uno proyecta lo que lleva dentro, así
el sabio reconoce al sabio.
EL CONDUCTOR BORRACHO

Por un sinuoso camino y a gran velocidad, un hombre borracho conducía
su carro. De repente, perdió el control del carro, se salió del
trayecto y se precipitó contra una charca pestilente. Varias personas,
al ver el accidente, corrieron al lugar y ayudaron a incorporarse al
conductor.
No podía ocultar su borrachera y, entonces, uno de sus auxiliadores le
dijo:
Pero, ¿es que no ha leído usted el célebre tratado de Naraín Gupta
extendiéndose sobre los efectos perjudiciales del alcohol?
Y el ebrio conductor, sin dejar de hipar, tartamudeó:
Yo soy Naraín Gupta.
*El Maestro dice: Así procede el falso gurú.
CADA HOMBRE UNA DOCTRINA

Era un discípulo honesto y de buen corazón, pero todavía su mente era
un juego de luces y sombras y no había recobrado la comprensión amplia
y conciliadora de una mente sin trabas.
Como su motivación era sincera, estudiaba sin cesar y comparaba
credos, filosofías y doctrinas. Realmente llegó a estar muy
desconcertado al comprobar la proliferación de tantas enseñanzas y
vías espirituales. Así, cuando tuvo ocasión de entrevistarse con su
instructor espiritual, dijo:
Estoy confundido. ¿Acaso no existen demasiadas religiones,
demasiadas sendas místicas, demasiadas doctrinas si la verdad es una?
Y el maestro repuso con firmeza:
¡Qué dices, insensato! Cada hombre es una enseñanza, una doctrina.
*El Maestro dice: Aunque haya muchas vías, en última instancia sigue
tu propia senda interior.
EL MARIDO DESCONFIADO
Al llegar a una edad avanzada, y tras una vida hogareña de alegrías y
sufrimientos cotidianos, unos esposos decidieron renunciar a la vida
mundana y dedicar el resto de sus existencias a la meditación y a
peregrinar a los más sacrosantos santuarios. En una ocasión, de camino
a un templo himalayo, el marido vio en el sendero un fabuloso
diamante. Con gran rapidez, colocó uno de sus pies sobre la joya para
ocultarla, pensando que, si su mujer la veía, tal vez surgiera en ella
un sentimiento de codicia que pudiese contaminar su mente y retrasar
su evolución mística. Pero la mujer descubrió la estratagema de su
marido y con voz ecuánime y apacible comentó:
Querido, me gustaría saber por qué has renunciado al mundo si
todavía haces distinción entre el diamante y el polvo.
*El Maestro dice: Para aquel que se ha establecido en la Realidad,
ganancia y pérdida, victoria y derrota, son impostores, porque el que
ve con sabiduría no hace distinción entre uno y otro.
LOS MONOS
Era un aspirante espiritual con mucha motivación, pero tenía una mente
muy dispersa. Tuvo noticias de un sobresaliente mentor y no dudó en
desplazarse hasta donde vivía y decirle:
Respetado maestro, perdona que te moleste, pero mi gratitud sería
enorme si pudieras proporcionarme un tema de meditación, puesto que
tengo decidido retirarme al bosque durante unas semanas para meditar
sin descanso.
Me complace tu decisión. Ve al bosque y estáte contigo mismo. Puedes
meditar en todo aquello que quieras, excepto en monos. Trae lo que
quieras a tu mente, pero no pienses en monos.
El discípulo se sintió muy contento, diciendo: “!Qué fácil es el tema
que me ha proporcionado el maestro!; sí, realmente sencillo”. Se
retiró a un frondoso bosque y dispuso una cabaña para la meditación.
Transcurrieron las semanas y el aspirante puso término al retiro.
Regresó junto al mentor, y éste, nada más verlo, preguntó:
¿Qué tal te ha ido?
Apesadumbrado, el aspirante repuso:
Ha sido agotador. Traté incansablemente de pensar en algo que no
fuesen monos, pero los monos iban y venían por mi mente sin poderlo
evitar. En realidad, llegó un momento en que sólo pensaba en monos.
*El Maestro dice: La mente es amiga y enemiga; es una mala dueña, pero
una buena aliada. Por eso es necesario aprender a contener el
pensamiento y poner la mente bajo el yugo de la voluntad.
UN ERMITAÑO EN LA CORTE
En la corte real tuvo lugar un fastuoso banquete. Todo se había
dispuesto de tal manera que cada persona se sentaba a la mesa de
acuerdo con su rango. Todavía no había llegado el monarca al banquete,
cuando apareció un ermitaño muy pobremente vestido y al que todos
tomaron por un pordiosero. Sin vacilar un instante, el ermitaño se
sentó en el lugar de mayor importancia. Este insólito comportamiento
indignó al primer ministro, quien, ásperamente, le preguntó:
¿Acaso eres un visir?
Mi rango es superior al de visir repuso el ermitaño.
¿Acaso eres un primer ministro?
Mi rango es superior al de primer ministro.
Enfurecido, el primer ministro inquirió:
¿Acaso eres el mismo rey?
Mi rango es superior al del rey.
¿Acaso eres Dios? preguntó mordazmente el primer ministro.
Mi rango es superior al de Dios. Fuera de sí, el primer ministro
vociferó:
¡Nada es superior a Dios!
Y el ermitaño dijo con mucha calma:
Ahora sabes mi identidad. Esa nada soy yo.
*El Maestro dice: Más allá de todas las categorías y dualidades, del
ego y los conceptos, está aquel que ha liberado su mente.
NASRUDÍN VISITA LA INDIA
El célebre y contradictorio personaje sufí Mulla Nasrudín visitó la
India. Llegó a Calcuta y comenzó a pasear por una de sus abigarradas
calles. De repente vio a un hombre que estaba en cuclillas vendiendo
lo que Nasrudín creyó que eran dulces, aunque en realidad se trataba
de chiles picantes. Nasrudín era muy goloso y compró una gran cantidad
de los supuestos dulces, dispuesto a darse un gran atracón. Estaba muy
contento, se sentó en un parque y comenzó a comer chiles a dos
carrillos. Nada más morder el primero de los chiles sintió fuego en el
paladar. Eran tan picantes aquellos “dulces” que se le puso roja la
punta de la nariz y comenzó a soltar lágrimas hasta los pies. No
obstante, Nasrudín continuaba llevándose sin parar los chiles a la
boca.
Estornudaba, lloraba, hacía muecas de malestar, pero seguía devorando
los chiles. Asombrado, un paseante se aproximó a él y le dijo:
Amigo, ¿no sabe que los chiles sólo se comen en pequeñas cantidades?
Casi sin poder hablar, Nasrudín comento:
Buen hombre, créeme, yo pensaba que estaba comprando dulces.
Pero Nasrudín seguía comiendo chiles. El paseante dijo:
Bueno, está bien, pero ahora ya sabes que no son dulces. ¿Por qué
sigues comiéndolos?
Entre toses y sollozos, Nasrudín dijo:
Ya que he invertido en ellos mi dinero, no los voy a tirar.
*El Maestro dice: No seas como Nasrudín. Toma lo mejor para tu
evolución interior y arroja lo innecesario o pernicioso, aunque hayas
invertido años en ello.
IGNORANCIA
Se trataba de dos amigos no demasiado inteligentes. Habían decidido
hacer una marcha y dormir en un establo. Caminaron durante toda la
jornada. Al anochecer se alojaron, como tenían previsto, en un establo
del que previamente tenían noticias. Estaban muy cansados y durmieron
profundamente; pero, de madrugada, una pesadilla despertó a uno de los
amigos. Zarandeó a su compañero, despertándolo, y le dijo:
Sal fuera y dime si ha amanecido. Comprueba si ha salido el sol.
El hombre salió y vio que todo estaba muy oscuro. Volvió al establo y
explicó:
Oye, está todo tan oscuro que no puedo ver si el sol ha salido.
—¡No seas idiota! exclamó el compañero. ¿Acaso no puedes encender la
linterna para ver si ha salido?
*El Maestro dice: Así procede muchas veces el ser humano en la
búsqueda espiritual, sin utilizar el discernimiento correcto.
EL ANCIANO Y EL NIÑO
Eran un anciano y un niño que viajaban con un burro de pueblo en
pueblo.
Llegaron a una aldea caminando junto al asno y, al pasar por ella, un
grupo de mozalbetes se rió de ellos, gritando:
¡Mirad que par de tontos! Tienen un burro y, en lugar de montarlo,
van los dos andando a su lado. Por lo menos, el viejo podría subirse
al burro.
Entonces el anciano se subió al burro y prosiguieron la marcha.
Llegaron a otro pueblo y, al pasar por el mismo, algunas personas se
llenaron de indignación cuando vieron al viejo sobre el burro y al
niño caminando al lado. Dijeron:
¡Parece mentira! ¡Qué desfachatez! El viejo sentado en el burro y
pobre niño caminando.
Al salir del pueblo, el anciano y el niño intercambiaron sus puestos.
Siguieron haciendo camino hasta llegar a otra aldea. Cuando las gentes
los vieron, exclamaron escandalizados:
¡Esto es verdaderamente intolerable! ¿Habéis visto algo semejante?
El muchacho montado en el burro y el pobre anciano caminando a su
lado.
—¡Qué vergüenza!
Puestas así las cosas, el viejo y el niño compartieron el burro. El
fiel jumento llevaba ahora el cuerpo de ambos sobre sus lomos.
Cruzaron junto a un grupo de campesinos y éstos comenzaron a
vociferar:
¡Sinvergüenzas! ¿Es que no tenéis corazón? ¡Vais a reventar al pobre
animal!
El anciano y el niño optaron por cargar al burro sobre sus hombros. De
este modo llegaron al siguiente pueblo. La gente se apiñó alrededor de
ellos. Entre las carcajadas, los pueblerinos se mofaban gritando:
Nunca hemos visto gente tan boba. Tienen un burro y, en lugar de
montarse sobre él, lo llevan a cuestas.
!Esto sí que es bueno! ¡Qué par de tontos!
De repente, el burro se revolvió, se precipitó en un barranco y murió.
*El Maestro dice: Si escucháis las opiniones de los demás, acabaréis
muertos como este burro. Cerrad los oídos a la opinión ajena. Que
aquello que los demás censuran te sea indiferente. Escucha únicamente
la voz de tu corazón y no te pierdas en opiniones ajenas.
EL LIBERADOVIVIENTE Y EL BUSCADOR
Un buscador espiritual viajó a la India en su afán por encontrar y
entrevistar a un verdadero iluminado, a un jivanmukta o
liberadoviviente.
Viajó durante meses por el país. Se trasladó de los Himalayas al cabo
de la Virgen, del estado de Maharahstra al de Bengala. Recorrió
montañas, dunas, desiertos, ciudades y pueblos.
Recabó mucha información y, por fin, halló, según todos los
testimonios, un verdadero hombre realizado. Por fin, podría llevar a
cabo su ansiado encuentro.
El graznido de los cuervos quebraba el silencio de una tarde apacible
y dorada. El hombre realizado se hallaba bajo un frondoso rododendro,
en actitud meditativa. El visitante lo saludó cortésmente, se sentó a
su lado y preguntó:
Antes de que usted hallase la realización, ¿se deprimía?
Sí, claro, a veces repuso tranquilamente el jivanmukta.
El buscador hizo una segunda pregunta:
Dígame, y ahora, después de su iluminación, ¿se deprime a veces?
Una leve y hermosa sonrisa se dibujó en los labios del jivanmukta.
Penetró con sus límpidos ojos los de su interlocutor y contestó:
Sí, claro, a veces, pero ya ni me importa ni me incumbe.
*El Maestro dice: Cuando cesa la identificación con tus procesos
psicomentales, ya nada puede encadenarte ni implicarte. Eres como un
bambú vacío por el que libremente circula la energía universal.
EL FALSO MAESTRO
Era un renombrado maestro; uno de esos maestros que corren tras la
fama y gustan de acumular más y más discípulos. En una descomunal
carpa, reunió a varios cientos de discípulos y seguidores. Se irguió
sobre sí mismo, impostó la voz y dijo:
Amados míos, escuchad la voz del que sabe.
Se hizo un gran silencio. Hubiera podido escucharse el vuelo
precipitado de un mosquito.
Nunca debéis relacionaros con la mujer de otro; nunca. Tampoco
debéis jamás beber alcohol, ni alimentaros con carne.
Uno de los asistentes se atrevió a preguntar:
El otro día, ¿no eras tú el que estabas abrazado a la esposa de Jai?
Sí, yo era repuso el maestro.
Entonces, otro oyente preguntó:
¿No te vi a ti el otro anochecer bebiendo en la taberna?
Ése era yo contestó el maestro.
Un tercer hombre interrogó al maestro:
¿No eras tú el que el otro día comías carne en el mercado?
Efectivamente afirmó el maestro. En ese momento todos los
asistentes se sintieron indignados y comenzaron a protestar.
Entonces, ¿por qué nos pides a nosotros que no hagamos lo que tú
haces?
Y el falso maestro repuso:
Porque yo enseño, pero no practico.
*El Maestro dice: Si no encuentras un verdadero maestro al que seguir,
conviértete tú mismo en maestro. En última instancia, tú eres tu
discípulo y tu maestro.
SI HUBIERA TENIDO UN POCO MÁS DE TIEMPO
Con algunos ahorros, un hombre de un pueblo de la India compró un
burro joven. La persona que se lo vendió le previno de la cantidad de
comida que tenía que procurarle todos los días.
Pero el nuevo propietario pensó que tal cantidad era excesiva y
comenzó a restar comida día a día al pollino.
Hasta tal punto disminuyó la ración de alimento al asno que, un día,
el pobre animal amaneció muerto. Entonces el hombre comenzó a gimotear
y a lamentarse así:
¡Qué desgracia! ¡Vaya fatalidad! Si me hubiera dado un poco más de
tiempo antes de morirse, yo hubiera logrado que se acostumbrase a no
comer nada en absoluto.
*El Maestro dice: Como este hombre son algunos negligentes y “avaros”
buscadores espirituales: quieren conquistar la Sabiduría sin ningún
ejercitamiento espiritual.
EL LORO QUE PIDE LIBERTAD
Ésta es la historia de un loro muy contradictorio. Desde hacía un buen
número de años vivía enjaulado, y su propietario era un anciano al que
el animal hacía compañía. Cierto día, el anciano invitó a un amigo a
su casa a deleitar un sabroso té de Cachemira.
Los dos hombres pasaron al salón donde, cerca de la ventana y en su
jaula, estaba el loro. Se encontraban los dos hombres tomando el té,
cuando el loro comenzó a gritar insistente y vehementemente:
¡Libertad, libertad, libertad!
No cesaba de pedir libertad. Durante todo el tiempo en que estuvo el
invitado en la casa, el animal no dejó de reclamar libertad. Hasta tal
punto era desgarradora su solicitud, que el invitado se sintió muy
apenado y ni siquiera pudo terminar de saborear su taza. Estaba
saliendo por la puerta y el loro seguía gritando: “!Libertad,
libertad!”.
Pasaron dos días. El invitado no podía dejar de pensar con compasión
en el loro. Tanto le atribulaba el estado del animalillo que decidió
que era necesario ponerlo en libertad. Tramó un plan. Sabía cuándo
dejaba el anciano su casa para ir a efectuar la compra. Iba a
aprovechar esa ausencia y a liberar al pobre loro. Un día después, el
invitado se apostó cerca de la casa del anciano y, en cuanto lo vio
salir, corrió hacia su casa, abrió la puerta con una ganzúa y entró en
el salón, donde el loro continuaba gritando: “!Libertad, libertad!” Al
invitado se le partía el corazón.
?Quién no hubiera sentido piedad por el animalito? Presto, se acercó a
la jaula y abrió la puertecilla de la misma. Entonces el loro,
aterrado, se lanzó al lado opuesto de la jaula y se aferró con su pico
y uñas a los barrotes de la jaula, negándose a abandonarla. El loro
seguía gritando: “!Libertad, libertad!”
*El Maestro dice: Como este loro, son muchos los seres humanos que
dicen querer madurar y hallar la libertad interior, pero que se han
acostumbrado a su jaula interna y no quieren abandonarla.
DOCE AÑOS DESPUÉS
Era un joven que había decidido seguir la vía de la evolución
interior. Acudió a un maestro y le preguntó:
Guruji, ¿qué instrucción debo seguir para hallar la verdad, para
alcanzar la más alta sabiduría?
El maestro le dijo:
He aquí, jovencito, todo lo que yo puedo decirte: todo es el Ser, la
Conciencia Pura. De la misma manera que el agua se convierte en hielo,
el Ser adopta todas las formas del universo. No hay nada excepto el
Ser.
Tú eres el Ser. Reconoce que eres el Ser y habrás alcanzado la verdad,
la más alta sabiduría.
El aspirante no se sintió satisfecho. Dijo:
¿Eso es todo? ¿No puedes decirme algo más?
Tal es toda mi enseñanza aseveró el maestro. No puedo brindarte
otra instrucción.
El joven se sentía muy decepcionado, pues esperaba que el maestro le
hubiese facilitado una instrucción secreta y algunas técnicas muy
especiales, incluso un misterioso mantra.
Pero como realmente era un buscador genuino, aunque todavía muy
ignorante, se dirigió a otro maestro y le pidió instrucción mística.
Este segundo maestro dijo:
No dudaré en proporcionártela, pero antes debes servirme durante
doce años. Tendrás que trabajar muy duramente en mi ashram 2comunidad
espiritual|. Por cierto, hay un trabajo ahora disponible. Se trata de
recoger estiércol de búfalo.
Durante doce años, el joven trabajó en tan ingrata tarea. Por fin
llegó el día en que se había cumplido el tiempo establecido por el
maestro.
Habían pasado doce años; doce años recogiendo estiércol de búfalo. Se
dirigió al maestro y le dijo:
Maestro, ya no soy tan joven como era. El tiempo ha transcurrido.
Han pasado una docena de años. Por favor, entrégame ahora la
instrucción.
El maestro sonrió. Parsimoniosa y amorosamente, colocó una de sus
manos sobre el hombro del paciente discípulo, que despedía un rancio
olor a estiércol. Declaró:
Toma buena nota. Mi enseñanza es que todo es el Ser. Es el Ser el
que se manifiesta en todas las formas del universo. Tú eres el Ser.
Espiritualmente maduro, al punto el discípulo comprendió la enseñanza
y obtuvo iluminación. Pero cuando pasaron unos momentos y reaccionó,
dijo:
Me desconcierta, maestro, que tú me hayas dado la misma enseñanza
que otro maestro que conocí hace doce años. ¿Por qué habrá sido?
Simplemente, porque la verdad no cambia en doce años, tu actitud
ante ella, sí.
*El Maestro dice: Cuando estás espiritualmente preparado, hasta
contemplar una hoja que se desprende del árbol puede abrirte a la
verdad.
EL CONTRABANDISTA
Todos sabían que era indiscutiblemente un contrabandista. Era incluso
célebre por ello. Pero nadie había logrado jamás descubrirlo y mucho
menos demostrarlo. Con frecuencia, cruzaba de la India a Pakistán a
lomos de su burro, y los guardias, aun sospechando que contrabandeaba,
no lograban obtener ninguna prueba de ello.
Transcurrieron los años y el contrabandista, ya entrado en edad, se
retiró a vivir apaciblemente a un pueblo de la India. Un día, uno de
los guardias que acertó a pasar por allí se lo encontró y le dijo:
Yo he dejado de ser guardia y tú de ser contrabandista. Quiero
pedirte un favor. Dime ahora, amigo, qué contrabandeabas.
Y el hombre repuso:
Burros.
*El Maestro dice: Así el ser humano, en tanto no ha purificado su
discernimiento, no logra ver la realidad.
UN SANTUARIO MUY ESPECIAL
En la India es bien conocida esta historia protagonizada por Nasrudín
y que a continuación relatamos.
El padre de Nasrudín era el cuidador de un santuario muy célebre y
visitado por una extraordinaria cantidad de fieles. Acudían a él toda
suerte de devotos para rendir culto. Se había hecho muy famoso. A lo
largo de los años, tanto había escuchado Nasrudín hablar sobre las
verdades espirituales, que él mismo se propuso viajar y adquirir así
un conocimiento directo sobre las mismas. Se despidió de su padre,
quien, como regalo de despedida, le obsequió con un burro.
Satisfecho, Nasrudín emprendió su viaje en busca de realidades
supremas. Nasrudín viajó incansablemente, siempre contando con la
fidelidad de su pollino. Pero cierto día, el burro, que ya no era
joven, se desplomó y murió. Su cansado corazón le había fallado.
Nasrudín se sentó al lado de su amado burro muerto y comenzó a gemir
dolorosamente. Los transeúntes se apiadaban de él y le hacían compañía
por un rato. Algunos empezaron a poner ramas y hojas sobre el cadáver
del burro, que, poco a poco, fue de esta manera ocultado. Otros
echaron piedras y barro sobre las ramas y, así, después de un tiempo,
se había formado un santuario sobre el burro muerto. Nasrudín seguía
entristecido, y día tras día continuaba haciendo compañía al burro.
Los peregrinos que acertaban a pasar por aquel lugar, al ver a un
hombre sentado junto a un santuario, pensaron que debía tratarse del
santuario de un gran maestro espiritual, por lo que también muchos de
ellos pasaban una temporada junto al santuario. Ofrendaban frutas y
dejaban buenas sumas de dinero. La noticia se iba propagando y
empezaron a peregrinar al santuario fieles de las aldeas y pueblos de
alrededor. Ya se aseguraba que era el santuario de un gran iluminado.
Tanto dinero aportaron los fieles que, finalmente, Nasrudín hizo
construir una enorme mezquita junto al santuario, visitada por
millares de devotos de todas las latitudes. Acudían peregrinos, fieles
e incluso maestros espirituales. Nasrudín se hizo rico y célebre.
Tanto creció la fama de su santuario que las noticias llegaron a oídos
de su padre. Éste tomó la decisión de visitar a su hijo. Se
encontraron después de años, y ambos sintieron una profunda alegría.
Hijo mío dijo el padre de Nasrudín, no sabes hasta qué punto eres
famoso. Tu santuario ha cobrado tanta celebridad que se oye hablar de
él hasta en los confines del país. Pero, hijo, dime algo que quiero
saber desde hace tiempo: ¿Qué gran iluminado yace en este santuario
para que atraiga tantos devotos?
¡Oh, padre! exclamó Nasrudín.Lo que voy a contarte es increíble.
No puedes ni siquiera imaginártelo, padre mío. ¿Recuerdas el burro que
me regalaste? Pues aquí está enterrado aquel pobre animal.
Entonces el padre de Nasrudín comentó:
Hijo mío, ¡qué raros son los designios del destino! ¿Sabes una cosa?
Ése fue también mi caso. El santuario que yo custodio es también el de
un burro que a mí se me murió.
*El Maestro dice: Si eres víctima de la superstición y sigues el culto
a ciegas, eres más ignorante que el burro del santuario.
MEDICINA PARA CURAR EL ÉXTASIS
La encarnación divina de Gauranga había entrado en un éxtasis muy
profundo. Ausente de todo, perdió el equilibrio y cayó al mar. Unos
pescadores lo sacaron con sus redes y, al involucrarse con la
encarnación divina, también ellos entraron en éxtasis. Sintiéndose muy
felices, ebrios de gozo espiritual, dejaron su trabajo y comenzaron a
ir de un lado para otro sin dejar de recitar el nombre de Dios. Los
parientes, cuando comprobaron que pasaban las horas y no salían de su
trance místico, empezaron a preocuparse. Trataron entonces de sacarles
del éxtasis, pero fracasaron en sus intentos. El tiempo transcurría y
todos ellos seguían conectados con la Conciencia Cósmica, ausentes de
la realidad cotidiana. Impotentes y alarmados, los parientes pidieron
consejo al mismo Gauranga, quien les aconsejó:
Id a casa de un sacerdote, coged un poco de arroz, ponedlo en la
boca de los pescadores y os aseguro que se curarán de su éxtasis.
Los parientes cogieron el arroz de casa de un sacerdote y lo pusieron
en la boca de los pescadores. En el acto, el arroz del sacerdote se
encargó de sacarlos del éxtasis y volvieron todos a su estado
ordinario de consciencia.
*El Maestro dice: Muchos sacerdotes sólo son profesionales de la
religión, sin corazón puro ni conducta impecable.
EL GURÚ FALAZ
Las lluvias monzónicas habían llegado a la India. Era un día oscuro y
llovía torrencialmente. Un discípulo corría para protegerse de la
lluvia cuando lo vio su maestro y le increpó:
Pero, ¿cómo te atreves a huir de la generosidad del Divino?, ¿por
qué osas refugiarte del líquido celestial? Eres un aspirante
espiritual y como tal deberías tener muy en cuenta que la lluvia es un
precioso obsequio para toda la humanidad.
El discípulo no pudo por menos que sentirse profundamente avergonzado.
Comenzó a caminar muy lentamente, calándose hasta los huesos, hasta
que al final llegó a su casa. Por culpa de la lluvia cogió un
persistente resfriado.
Transcurrieron los días. Una mañana estaba el discípulo sentado en el
porche de su casa leyendo las escrituras. Levantó un momento los ojos
y vio a su gurú corriendo tanto como sus piernas se lo permitían, a
fin de llegar a algún lugar que lo protegiera de la lluvia.
Maestro le dijo, ¿por qué huyes de las bendiciones divinas? ¿No
eres tú ahora el que desprecias el obsequio divino? ¿Acaso no estás
huyendo del agua celestial?
Y el gurú repuso:
¡Oh, ignorante e insensato! ¿No tienes ojos para ver que lo que no
quiero es profanarla con los pies?
*El Maestro dice: Los que no ejemplifican sus palabras con sus actos
siempre encuentran una manera de justificarse.
LA IMPERTURBABILIDAD DEL BUDA
Durante muchos años el Buda se dedicó a recorrer ciudades, pueblos y
aldeas impartiendo la Enseñanza, siempre con infinita compasión. Pero
en todas partes hay gente aviesa y desaprensiva. Así, a veces surgían
personas que se encaraban al maestro y le insultaban acremente. El
Buda jamás perdía la sonrisa y mantenía una calma imperturbable. Hasta
tal punto conservaba la quietud y la expresión del rostro apacible,
que un día los discípulos, extrañados, le preguntaron:
Señor, ¿cómo puedes mantenerte tan sereno ante los insultos?
Y el Buda repuso:
Ellos me insultan, ciertamente, pero yo no recojo el insulto.
*El Maestro dice: Insultos o halagos, que te dejen tan imperturbable
como la brisa de aire al abeto.
LAS DOS RANAS
He aquí una rana que había vivido siempre en un mísero y estrecho
pozo, donde había nacido y habría de morir.
Pasó cerca de allí otra rana que había vivido siempre en el mar.
Tropezó y se cayó en el pozo.
¿De dónde vienes? preguntó la rana del pozo.
Del mar.
¿Es grande el mar?
Extraordinariamente grande, inmenso.
La rana del pozo se quedó unos momentos muy pensativa y luego
preguntó:
¿Es el mar tan grande como mi pozo?
¡Cómo puedes comparar tu pozo con el mar! Te digo que el mar es
excepcionalmente grande, descomunal.
Pero la rana del pozo, fuera de sí por la ira, aseveró:
Mentira, no puede haber nada más grande que mi pozo; ¡nada! ¡Eres
una mentirosa y ahora mismo te echaré de aquí!
*El Maestro dice: Así procede el hombre fanático y de miras estrechas.
LOS SUEÑOS DEL REY

Había un monarca en un floreciente y próspero reino del norte de la
India. Era rico y poderoso. Su padre le había enseñado a ser magnánimo
y generoso, y, antes de fallecer, le había dicho:
Hijo, cualquiera puede, por destino o por azar, tener mucho, pero lo
importante no es tenerlo, sino saberlo dar y compartir. No hay peor
cualidad que la avaricia. Sé siempre generoso. Tienes mucho, así que
da mucho a los otros.
Durante algunos años, tras la muerte de su padre, el rey se mostró
generoso y espléndido. Pero a partir de un día, poco a poco, se fue
tornando avaro y no sólo empezó a no compartir nada con los otros,
sino que comenzó incluso a negarse hasta las necesidades básicas a sí
mismo. Realmente se comportaba como un pordiosero. Su asistente
personal, que también lo había sido de su padre, estaba tan preocupado
que hizo llamar a un rishi 2*| que vivía en una cueva en las altas
montañas del Himalaya.
Es increíble se lamentó el asistente ante el rishi. Es uno de los
reyes más ricos y se comporta como un pordiosero. Te estaríamos todos
muy agradecidos si pudieras descubrir la razón.
El asistente le pidió al rey que recibiera al rishi. El monarca
convino:
De acuerdo, siempre que no vaya a solicitarme nada, ¡porque soy tan
pobre!
El rishi y el monarca se encerraron en una de las cámaras del palacio.
El rey iba vestido con harapos, sucio y maloliente, en contraste con
el palacio esplendoroso en el que habitaba.
Incluso iba descalzo y ni siquiera lucía ningún adorno real.
Estoy arruinado se quejó el rey.
Pero, señor, eres rico y poderoso replicó el rishi.
No me vengas con zarandajas dijo el monarca. Nada puedes sacarme,
porque nada tengo. Incluso cuando estos harapos se terminen de
arruinar, ¿con qué cubriré mi cuerpo?
Y el rey se puso a llorar sin poder impedirlo.
Entonces el rishi entornó los ojos, concentró su mente y, como un
punto de luz, se coló en el cerebro del monarca. Allí vio el sueño que
tenía el rey noche tras noche: soñaba que era un mendigo, el más
misérrimo de los mendigos. Y, de ese modo, aunque era un rey rico y
poderoso, se comportaba como un pordiosero. Logró en días sucesivos
enseñar al rey a que dominara sus pensamientos y cambiara la actitud
de su mente. El monarca volvió a ser generoso, pero no consiguió que
el rishi aceptara ningún obsequio.
*El Maestro dice: Tal es el poder del pensamiento. Así como piensas,
así eres. Conquista el pensamiento, y te habrás conquistado a ti
mismo.
LO ESENCIAL Y LO TRIVIAL
Un hombre se perdió en el desierto. Estaba a punto de perecer de sed
cuando aparecieron algunas mujeres que venían en una caravana. El
hombre, al borde de la muerte, gritó pidiendo auxilio. Cuando las
mujeres se aproximaron a él y lo rodearon, pidió urgentemente agua.
Las mujeres empezaron a mirarlo con detenimiento y comenzaron a
preguntarse cómo querría el hombre que le sirvieran el agua.
?Preferiría en copa de cristal o en una taza?, ¿en un recipiente de
oro o de plata?, ¿tal vez en una jarra?
Ellas hablaban y hablaban interesándose por el objeto, pero,
entretanto, el hombre iba agonizando por la ausencia de agua.
*El Maestro dice: Hay un área de ignorancia en la mente humana que la
inclina a lo irrelevante y trivial, obnubilando la consciencia de lo
Real.
EL ASCETA Y LA PROSTITUTA
Era un pueblo en el que vivían, frente a frente, un asceta y una
prostituta. El asceta llevaba una vida de penitencia y rigor, apenas
comiendo y durmiendo en una mísera choza. La mujer era visitada muy
frecuentemente por hombres. Un día el asceta increpó a la prostituta:
¿Qué forma de vida es la tuya, mujer perversa? Estás corrompida y
corrompes a los demás. Insultas a Dios con tu comportamiento.
La mujer se sintió muy triste. En verdad deseaba llevar otra forma de
vida, pero era muy difícil dadas sus condiciones. Aunque no podía
cambiar su modo de conseguir unas monedas, se apenaba y lamentaba de
tener que recurrir a la prostitución, y cada vez que era tomada por un
hombre, dirigía su mente hacia el Divino. Por su parte, el asceta
comprobó con enorme desagrado que la mujer seguía siendo visitada por
toda clase de individuos. Adoptó la medida de coleccionar un guijarro
por cada individuo que entrara en la casucha de la prostituta. Al cabo
de un tiempo, tenía un buen montón de guijarros. Llamó a la prostituta
y la recriminó:
Mujer, eres terrible. ¿Ves estos guijarros? Cada uno de ellos suma
uno de tus abominables pecados.
La mujer sintió gran tribulación.
Deseó profundamente que Dios la apartase de ese modo de vida, y, unas
semanas después, la muerte se la llevaba. Ese mismo día, por designios
del inexorable destino, también murió el asceta, y he aquí que la
mujer fue conducida a las regiones de la luz sublime y el asceta a las
de las densas tinieblas. Al observar dónde lo llevaban, el asceta
protestó enérgica y furiosamente por la injusticia que Dios cometía
con él. Un mensajero del Divino le explicó:
Te quejas de ser conducido a las regiones inferiores a pesar de
haber gastado tu vida en austeridades y penitencias, y de que, en
cambio, la mujer haya sido conducida a las regiones de la luz. Pero,
¿es que no comprendes que somos aquello que cosechamos? Echa un
vistazo a la tierra.
Allí yace tu cuerpo, rociado de perfume y cubierto de pétalos de rosa,
honrado por todos, cortejado por músicos y plañideras, a punto para
ser incinerado con todos los honores. En cambio, mira el cuerpo de la
prostituta, abandonado a los buitres y chacales, ignorado por todos y
por todos despreciado. Pero, sin embargo, ella cultivó pureza y
elevados ideales para su corazón pensando en Dios constantemente, y
tú, por el contrario, de tanto mirar el pecado, teñiste tu alma de
impurezas. ¿Comprendes, pues, por qué cada uno vais a una región tan
diferente?
*El Maestro dice: Vigila tu actitud. Aprende a comprender y a tolerar.
Discierne más allá de las apariencias.
¿DÓNDE ESTÁ EL DÉCIMO HOMBRE?
Eran diez amigos. Todos ellos eran muy ignorantes. Decidieron ponerse
de acuerdo para hacer una excursión.
Querían divertirse un poco y pasar un buen día en el campo. Prepararon
algunos alimentos, se reunieron a la salida del pueblo al amanecer y
emprendieron la excursión. Iban caminando alegremente por los campos
charlando sin cesar entre grandes carcajadas. Llegaron frente a un río
y, para cruzarlo, cogieron una barcaza que había atada a un árbol. Se
sentían muy contentos, bromeando y chapoteando en las aguas. Llegaron
a la orilla opuesta y descendieron de la barcaza.
¡Estaba siendo un día estupendo! Ya en tierra, se contaron y
descubrieron que solamente eran nueve. Pero, ¿dónde estaba el décimo
de ellos? Empezaron a buscar al décimo hombre. No lo encontraban.
Comenzaron a preocuparse y a lamentar su pérdida. ¿Se habrá ahogado?
¿Qué habrá sido de él? Trataron de serenarse y volvieron a contarse.
Sólo contaban nueve. La situación era angustiosa. Uno de ellos se
había extraviado definitivamente.
Comenzaron a gimotear y a quejarse.
Entonces pasó por allí un vagabundo.
Vio a los hombres que otra vez se estaban contando. El vagabundo
descubrió enseguida lo que estaba pasando.
Resulta que cada hombre olvidaba contarse a sí mismo. Entonces les fue
propinando una bofetada a cada uno de ellos y les instó a que se
contaran de nuevo. Fue en ese instante cuando contaron diez y se
sintieron muy satisfechos y alegres.
*El Maestro dice: El décimo hombre no era una nueva adquisición.
Siempre estuvo allí, como el Ser que reside dentro del ser humano.
Nunca ha estado ausente. En cuanto se disipe la ofuscación de la mente
será percibido.
ACTITUD DE RENUNCIA
Ésta es la historia de dos sadhus.
Uno de ellos había sido enormemente rico y, aun después de haber
cortado con sus lazos familiares y sociales y renunciar a sus
negocios, su familia cuidaba de él y disponía de varios criados para
que le atendieran. El otro sadhu era muy pobre, vivía de la caridad
pública y sólo era dueño de una escudilla y una piel de antílope sobre
la que meditar. Con frecuencia, el sadhu pobre se jactaba de su
pobreza y criticaba y ridiculizaba al sadhu rico. Solía hacer el
siguiente comentario: “Se ve que era demasiado viejo para seguir con
los negocios de la familia y entonces se ha hecho renunciante, pero
sin renunciar a todos sus lujos”. El sadhu pobre no perdía ocasión
para importunar al sadhu rico y mofarse de él. Se le acercaba y le
decía: “Mi renuncia sí que es valiosa y no la tuya, que en realidad no
representa renuncia de ningún tipo, porque sigues llevando una vida
cómoda y fácil”. Un día, de repente, el sadhu rico, cuando el sadhu
pobre le habló así, dijo tajantemente:
Ahora mismo, tú y yo nos vamos de peregrinación a las fuentes del
Ganges, como dos sadhus errantes.
El sadhu pobre se sorprendió, pero, a fin de poder mantener su imagen,
tuvo que acceder a hacer una peregrinación que en verdad le apetecía
muy poco. Ambos sadhus se pusieron en marcha. Unos momentos después,
súbitamente, el sadhu pobre se detuvo y, alarmado, exclamó:
¡Dios mío!, tengo que regresar rápidamente.
En su rostro se reflejaba la ansiedad.
¿Por qué? preguntó el sadhu rico.
Porque he olvidado coger mi escudilla y mi piel de antílope.
Y entonces el sadhu rico le dijo:
Te has burlado durante mucho tiempo de mis bienes materiales y ahora
resulta que tú dependes mucho más de tu escudilla y tu piel que yo de
todas mis posesiones.
*El Maestro dice: El secreto está en no ser poseído por lo que se
posee.
DEPENDE DE QUIEN PROCEDA LA ORDEN

Estaban amigablemente departiendo el monarca y uno de sus ministros.
El ministro estaba muy interesado por la evolución espiritual y
practicaba asiduamente el mantra. Hablaban sobre el tema.

¿Puedo yo elegir mi propio mantra y tendrá el mismo poder que tiene
el que te ha entregado tu mentor? preguntó el monarca.
No aseveró el ministro. El mantra que proporciona el gurú es más
poderoso.
Sinceramente declaró el rey, no veo en absoluto ninguna razón para
ello.
Entonces el ministro se volvió hacia el jefe de la guardia y le
ordenó:
Detengan a su majestad.
El jefe de la guardia no hizo el menor caso de la orden; pero el
monarca, indignado ante tal atrevimiento, ordenó:
¡Detengan a este hombre y encarcélenlo!
El jefe de la guardia mandó a sus hombres prender al ministro. Iba a
ser llevado a prisión, cuando dijo:
Señor, ¿os dais cuenta? Depende de quien proceda la orden.
*El Maestro dice: El mantra que procura un ser evolucionado lleva
parte de su energía espiritual.
EL INCRÉDULO
A pesar de la ascendencia que la palabra tiene sobre la mente humana,
muchas personas dudan de la eficacia del mantra o fonema místico para
canalizar la energía mental y motivarse espiritualmente. Tal es el
caso de un incrédulo personaje que estaba escuchando a un yogui que
declaraba:
Os puedo decir que el mantra tiene el poder de conduciros al Ser.
El hombre incrédulo protestó:
Esa afirmación carece de fundamento. ¿Cómo puede la repetición de
una palabra conducirnos al Ser? Eso es como decir que si repitiéramos
“pan, pan, pan”, se haría realidad el pan y se manifestaría.
El yogui se encaró con el incrédulo y le gritó:
Siéntate ahora mismo, sinvergüenza.
El incrédulo se llenó de rabia.
Era tal su incontrolada ira que comenzó a temblar, y furioso vociferó:
¿Cómo te atreves a hablarme de ese modo? ¿Y tú te dices un hombre
santo y vas insultando a los otros?
Entonces, con mucho afecto y ternura, el yogui le dijo:
Siento mucho haberte ofendido.
Discúlpame. Pero, dime, ¿qué sientes en este momento?
¡Me siento ultrajado!
Y el yogui declaró:
Con una sola palabra injuriosa te has sentido mal. Fíjate el enorme
efecto que ha ejercido sobre ti. Si esto es así, ¿por qué el vocablo
que designa al Ser no va a tener el poder de transformarte?
*El Maestro dice: Somete la enseñanza a la experiencia. Los métodos
son instrumentos para alcanzar la liberación interior.
LA OLLA DE BARRO
Era un lechero acaudalado y que contaba con varios trabajadores en su
lechería. Llamó a uno de ellos, Ashok, y le entregó una olla llena de
mantequilla para que la llevase a un cliente de un pueblo cercano. A
cambio le prometió algunas rupias extras. Ashok, muy contento, colocó
la olla sobre su cabeza y se puso en marcha, en tanto se decía para
sí: “Voy a ganar dos rupias. ¡Qué bien! Con ellas compraré gallinas,
éstas pronto se multiplicarán y llegaré a tener nada menos que diez
mil. Luego las venderé y compraré cabras. Se reproducirán, venderé
parte de ellas y compraré una granja. Como ganaré mucho dinero,
también compraré telas y me haré comerciante. Será estupendo.
Me casaré, tendré una casa soberbia y, naturalmente, dispondré de
excelente cocinero para que me prepare los platos más deliciosos, y si
un día no me hace bien la comida, le daré una bofetada”. Al pensar en
propinarle una bofetada al cocinero, Ashok, automáticamente, levantó
la mano, provocando así la caída de la olla, que se hizo mil pedazos
contra el suelo derramando su contenido. Desolado, volvió al pueblo y
se enfrentó al patrón, que exclamó:
¡Necio! ¡Me has hecho perder las ganancias de toda una semana!
Y Ashok replicó:
¡Y yo he perdido mis ganancias de toda la vida!
*El Maestro dice: El futuro es un espejismo. Éste es tu momento, tu
instante. En lugar de fantasear con la mente, pon las condiciones para
que la semilla pueda germinar.
MÁS ALLÁ DE LAS DIFERENCIAS
Amanecía. Una mujer muy santa se estaba dando un apacible baño
totalmente desnuda. De repente, un yogui vino a darle un recado y la
sorprendió en su desnudez. Desconcertado y sorprendido, se dio
rápidamente media vuelta y se dispuso a alejarse de la mujer, pero
ella le reprendió en los siguientes términos:
¿Por qué te vuelves? Si me pudieras ver como a las vacas pastando en
los campos, también desnuda, no tendrías necesidad de marcharte. Si no
te comportas con naturalidad al verme desnuda, es que todavía haces
diferencia entre tú y yo; todavía estás atrapado en la dualidad y el
deseo.
El yogui comprendió en profundidad la verdad que brotaba de los sabios
labios de la mujer, se puso ante ella de rodillas y comenzó a
exclamar: “!Madre, madre, madre!”
*El Maestro dice: “Tú” y “Yo” se funden en la unidad del Ser como se
funde la escarcha con los primeros rayos del sol al despuntar el día.
EL PARIA SABIO
Shankaracharya iba caminando tranquilamente por una calle. Frente a él
venía un paria con un cesto de carne del matadero. El hombre dio un
traspiés y chocó con el sabio Shankaracharya, de la casta brahmín, que
acababa de bañarse en las aguas de Ganges. Éste se sintió impuro al
contacto con el paria, y gritó:
¡Cuidado, me has tocado!
Señor repuso el paria, no te precipites en tus juicios. Ni yo te
he tocado ni tú me has tocado. ¿Es que acaso tu verdadero ser es este
cuerpo que ha tocado y ha sido tocado? Tú sabes que el yo real no es
la mente, ni las emociones, ni mucho menos este cuerpo.
Shankaracharya se sintió avergonzado. Aquel paria le había dado una
gran lección y el suceso sería uno de los más importantes en su
existencia para ayudarle a madurar espiritualmente y despertar a la
realidad superior.
*El Maestro dice: El Yo real no se implica en el cuerpo, la mente o
las emociones.
TODO LO QUE EXISTE ES DIOS
El gurú y el discípulo estaban departiendo sobre cuestiones místicas.
El maestro concluyó con la entrevista diciéndole:
Todo lo que existe es Dios.
El discípulo no entendió la verdadera naturaleza de las palabras de su
mentor. Salió de la casa y comenzó a caminar por una callejuela. De
súbito, vio frente a él un elefante que venía en dirección contraria,
ocupando toda la calle. El jovencito que conducía al animal, gritó
avisando:
¡Eh, oiga, apártese, déjenos pasar!
Pero el discípulo, inmutable, se dijo: “Yo soy Dios y el elefante es
Dios, así que ¿cómo puede tener miedo Dios de sí mismo? Razonando de
este modo evitó apartarse. El elefante llegó hasta él, lo agarró con
la trompa y lo lanzó al tejado de una casa, rompiéndole varios huesos.
Semanas después, repuesto de sus heridas, el discípulo acudió al
mentor y se lamentó de lo sucedido. El gurú replicó:
De acuerdo, tú eres Dios y el elefante es Dios. Pero Dios, en la
forma del muchacho que conducía el elefante, te avisó para que dejaras
el paso libre. ¿Por qué no hiciste caso de la advertencia de Dios?
*El Maestro dice: Afila el discernimiento. No tomes la soga por una
serpiente, ni la serpiente por una soga.
LOS DOS MÍSTICOS
Se trataba de dos amigos con una gran tendencia hacia la mística. Cada
uno de ellos consiguió una parcela de terreno donde poder retirarse a
meditar tranquilamente. Uno de ellos tuvo la idea de plantar un rosal
y tener rosas, pero enseguida rechazó el propósito, pensando que las
rosas le originarían apego y terminarían por encadenarlo. El otro tuvo
la misma idea y plantó el rosal. Transcurrió el tiempo. El rosal
floreció, y el hombre que lo poseía disfrutó de las rosas, meditó a
través de ellas y así elevó su espíritu y se sintió unificado con la
madre naturaleza. Las rosas le ayudaron a crecer interiormente, a
despertar su sensibilidad y, sin embargo, nunca se apegó a ellas. El
amigo empezó a echar de menos el rosal y las hermosas rosas que ya
podría tener para deleitar su vista y su olfato. Y así se apegó a las
rosas de su mente y, a diferencia de su amigo, creó ataduras.
*El Maestro dice: A lo que tienes que renunciar es al sentido de
posesividad y a la ignorancia.
LA DISPUTA
En el bosque habitaban el rey de los cuervos y el rey de los búhos,
ambos con su legión respectiva de cuervos y búhos. Siempre habían
compartido la paz del bosque, pero resulta que cierto día el rey de
los cuervos y el rey de los búhos se encontraron y comenzaron a
intercambiar impresiones. El rey de los cuervos preguntó:
¿Por qué tú y tu legión de búhos trabajáis por la noche?
El búho, sorprendido, replicó:
Sois vosotros los que trabajáis por la noche. Nosotros trabajamos de
día. Así que no mientas.
Y los dos reyes se enzarzaron en una discusión, ambos convencidos de
que trabajaban de día. Hasta tal punto la discusión comenzó a adquirir
un carácter de violencia, que la legión de cuervos y la de búhos se
disponían a entrar en combate. Pero cuando la situación estaba
llegando a su momento más crítico, apareció por allí un apacible cisne
que, al enterarse de la disputa, dijo:
Calmaos todos, queridos compañeros.
Y dirigiéndose a los reyes, dijo:
No debéis en absoluto pelear, porque los dos tenéis razón. Desde
vuestra perspectiva, los dos trabajáis de día.
*El Maestro dice: Debido a diferentes enfoques de la realidad
aparente, ideologías y ficticias divisiones, surgen las disputas y
guerras, el malestar y el dolor.
MI HIJO ESTÁ CONMIGO
Era un hombre que tenía un hijo al que amaba profundamente. Por algún
motivo se vio obligado a viajar y tuvo que dejar a su hijo en casa. El
niño tenía ocho años y su padre sólo vivía para él. Habiéndose
enterado de la partida del dueño de la casa, unos bandoleros
aprovecharon su ausencia para entrar en ella y robar todo lo que
contenía. Descubrieron al jovencito y se lo llevaron con ellos, no sin
antes incendiar la casa.
Pasaron unos días. El hombre regresó a su hogar y se encontró con la
casa derruida por el incendio.
Alarmado, buscó entre los restos calcinados y halló unos huesecillos,
que dedujo eran los del cuerpo abrasado de su amado hijo. Con ternura
infinita, los introdujo en un saquito que se colgó al cuello, junto al
pecho, convencido de que aquéllos eran los restos de su hijo. Unos
días más tarde, el niño logró escapar de los perversos bandoleros y,
tras poder averiguar dónde estaba la nueva casa de su padre, corrió
hasta ella e insistentemente llamó a la puerta.
¿Quién es? preguntó el padre.
Soy tu hijo contestó el niño.
No, no puedes ser mi hijo repuso el hombre, abrazándose al saquito
que colgaba de su cuello. Mi hijo ha muerto.
No, padre, soy tu hijo. Conseguí escapar de los bandoleros.
Vete, ¿me oyes? Vete y no me molestes ordenó el hombre, sin abrir
la puerta y aprisionando el saquito de huesos contra su pecho. Mi hijo
está conmigo.
Padre, escúchame; soy yo.
¡He dicho que te vayas! replicó el hombre. Mi hijo murió y está
conmigo. ¡Vete!
Y no dejaba de abrazar el saquito de huesos.
*El Maestro dice: El apego, ¿te deja ver?, ¿te deja oír?, ¿te deja
comprender? El apego te aferra a lo irreal e ilusorio y cierra tus
oídos a lo Real y Trascendente.
LA TORTUGA Y LA ARGOLLA
Era un sabio tan anciano que nadie de la localidad sabía su edad. Él
mismo la había olvidado, entre otras razones porque había trascendido
todo apego y ambición humana. Estaba un día sentado bajo un enorme
árbol banyano, la mirada perdida en el horizonte, la mente quieta como
un cielo sin nubes. De repente, vio cómo un hombre joven echaba una
cuerda sobre la rama de un árbol y ataba uno de sus extremos a su
cuello. El sabio se dio cuenta de las intenciones del joven, corrió
hacia él y le pidió que desistiese de su propósito aunque sólo fuera
un par de minutos para escucharlo. El joven accedió, y ambos se
sentaron junto al árbol. El anciano se expresó así:
Voy a hacerte un ruego, querido amigo. Imagina una sola tortuga en
el inmenso océano y que sólo saca la cabeza a la superficie una vez
cada millón de años. Imagina un aro flotando sobre las aguas del
inmenso océano. Pues más difícil aún que el que la tortuga introduzca
la cabeza en el aro del agua, es haber obtenido la forma humana.
Ahora, amigo, procede como creas conveniente.
Todavía cuenta la gente del lugar que aquel joven llegó a anciano y se
hizo sabio.
*El Maestro dice: Toda forma humana es preciosa, porque a través de
ella podemos alcanzar la realización definitiva. Habiendo podido tomar
tantas formas, es una gran fortuna haber tomado la humana.
CONOCERSE A UNO MISMO
Un niño de la India fue enviado a estudiar a un colegio de otro país.
Pasaron algunas semanas, y un día el jovencito se enteró de que en el
colegio había otro niño indio y se sintió feliz. Indagó sobre ese niño
y supo que el niño era del mismo pueblo que él y experimentó un gran
contento.
Más adelante le llegaron noticias de que el niño tenía su misma edad y
tuvo una enorme satisfacción. Pasaron unas semanas más y comprobó
finalmente que el niño era como él y tenía su mismo nombre. Entonces,
a decir verdad, su felicidad fue inconmensurable.
*El Maestro dice: No hay mayor gozo en este mundo que el de conocerse
a uno mismo.
LAS FANTASÍAS DE UNA ABEJA
Era una abeja llena de alegría y vitalidad. En cierta ocasión, volando
de flor en flor y embriagada por el néctar, se fue alejando
imprudentemente de su colmena más de lo aconsejable, y cuando se dio
cuenta ya se había hecho de noche. Justo cuando el sol se estaba
ocultando, se hallaba ella deleitándose con el dulce néctar de un
loto. Al hacerse la oscuridad, el loto se plegó sobre sí mismo y se
cerró, quedando la abeja atrapada en su interior. Despreocupada, ésta
dijo para sí: “No importa. Pasaré aquí toda la noche y no dejaré de
libar este néctar maravilloso. Mañana, en cuanto amanezca, iré en
busca de mis familiares y amigos para que vengan también a probar este
manjar tan agradable. Seguro que les va a hacer muy felices”.
La noche cayó por completo. Un enorme elefante hambriento pasó por el
paraje e iba engullendo todo aquello que se hallaba a su paso. La
abeja, ignorante de todo lo que sucediera en el exterior y cómodamente
alojada en el interior del loto, seguía libando.
Entonces se dijo: “!Qué néctar tan fantástico, tan dulce, tan
delicioso!
¡Esto es maravilloso! No sólo traeré aquí a todos mis familiares,
amigos y vecinos para que lo prueben, sino que me dedicaré a fabricar
miel y podré venderla y obtener mucho dinero a cambio de ella y
adquirir todas las cosas que me gustan en el mundo”. Súbitamente,
tembló el suelo a su lado. El elefante engulló el loto y la abeja
apenas tuvo tiempo de pensar: “Éste es mi fin. Me muero”.
*El Maestro dice: Sólo existe la seguridad del aquíahora. Aplícate al
instante, haz lo mejor que puedas en el momento y no divagues
LA NATURALEZA DE LA MENTE
Se trataba de un hombre que llevaba muchas horas viajando a pie y
estaba realmente cansado y sudoroso bajo el implacable sol de la
India. Extenuado y sin poder dar un paso más, se echó a descansar bajo
un frondoso árbol. El suelo estaba duro y el hombre pensó en lo
agradable que sería disponer de una cama. Resulta que aquél era un
árbol celestial de los que conceden los deseos de los pensamientos y
los hacen realidad. Así es que al punto apareció una confortable cama.
El hombre se echó sobre ella y estaba disfrutando en el mullido lecho
cuando pensó en lo placentero que resultaría que una joven le diera
masaje en sus fatigadas piernas. Al momento apareció una bellísima
joven que comenzó a procurarle un delicioso masaje. Bien descansado,
sintió hambre y pensó en qué grato sería poder degustar una sabrosa y
opípara comida. En el acto aparecieron ante él los más suculentos
manjares. El hombre comió hasta saciarse y se sentía muy dichoso. De
repente le asaltó un pensamiento: “!Mira que si ahora un tigre me
atacase!” Apareció un tigre y lo devoró.
*El Maestro dice: Cambiante y descontrolada es la naturaleza de la
mente. Aplícate a conocerla y dominarla y disiparás para siempre el
peor de los tigres: el que mora dentro de ella misma.
LOS ERUDITOS
Iba a celebrarse un congreso sobre la mente al que tenían que asistir
un buen número de eruditos especializados en el tema. Para tal fin, un
grupo de ellos debía viajar de su ciudad a aquella otra en la que iba
a tener lugar el acontecimiento. Para cubrir el trayecto, los eruditos
tomaron el tren y consiguieron un compartimiento para ellos solos.
Nada más acomodarse en el compartimiento comenzaron a hablar sobre la
mente y sus misteriosos mecanismos. El tren se puso en marcha. Todos
proporcionaban sus pareceres y llegaron al convencimiento común y
compartido de que lo más necesario era cultivar y desarrollar la
atención mental.
Sí, ya nada hay tan importante como permanecer alerta declaraba uno
de ellos enfáticamente.
Se requiere el cultivo metódico de la atención recalcaba otro.
Hay que aplicarse al entrenamiento de la atención; eso es lo
esencial afirmaban algunos.
Así hablaban y hablaban sin cesar sobre la necesidad de estar atentos,
vigilantes y perceptivos; sobre la conveniencia de establecerse en una
atención despierta y plena.
El convoy seguía su monótona marcha. Pero una vía estaba en malas
condiciones y descarriló sin que pudiera evitarlo el maquinista. El
tren se precipitó por un enorme barranco, dando innumerables vueltas,
hasta que al final se detuvo estrellándose en las profundidades del
mismo. Los eruditos seguían polemizando acaloradamente, insistiendo en
la necesidad de elevar al máximo el umbral de la atención, pero
ninguno de ellos se había percatado del accidente. Declaraban que
había que tener la mente tan atenta que ni el vuelo de una mosca
pasara desapercibido. Seguían apasionadamente debatiendo sobre la
mente y la atención, con sus cuerpos amontonados unos sobre otros,
todos ellos ignorantes del percance.
*El Maestro dice: No es a través de la palabra ni la polémica como un
ser humano asciende a la cima de la consciencia, sino a través de una
motivación firme y una práctica inquebrantable.
LA ACTITUD INTERIOR
Eran dos grandes amigos. Trabajaban en un pueblo y decidieron ir a
pasar unos días a la ciudad. Comenzaron a caminar y en una gran calle
vieron un burdel que estaba frente a frente con un santuario. Uno de
los amigos decidió pasar unas horas en el burdel, bebiendo y
disfrutando de las bellas prostitutas, en tanto que el otro optó por
pasar ese tiempo en el santuario, escuchando a un maestro que hablaba
sobre la conquista interior.
Pasaron unos minutos, y entonces el amigo que estaba en el burdel
comenzó a lamentar no estar escuchando al maestro en el santuario, en
tanto que el otro amigo, por el contrario, en lugar de estar atento a
las enseñanzas que estaba oyendo, estaba ensoñando con el burdel y
reprochándose a sí mismo lo necio que había sido por no elegir la
diversión. De este modo, el hombre que estaba en el burdel obtuvo los
mismos méritos que si hubiera estado en el santuario, y el que estaba
en el santuario acumuló tantos deméritos como si hubiera estado en el
burdel.
*El Maestro dice: Precediendo a los actos, está la actitud interior.
En la actitud interior comienza la cuenta de méritos y deméritos.
DIEZ AÑOS DESPUÉS
El monarca de un reino de la India tuvo noticias de que había en la
localidad un faquir capaz de realizar extraordinarias proezas. El rey
lo hizo llamar y, cuando lo tuvo ante él, le preguntó:
¿Qué proezas puedes efectuar?
Muchas, majestad repuso el faquir. Por ejemplo, puedo permanecer
bajo tierra durante meses o incluso años.
¿Podrías ser enterrado por diez años y seguir con vida después?
preguntó el monarca.
Sin duda, majestad aseveró el faquir.
Si es así, cuando seas desenterrado, recibirás el diamante más puro
del reino.
Se procedió a enterrar al faquir.
Se preparó una fosa a varios metros de profundidad y se dispuso de una
urna de plomo. El faquir, antes de ser sepultado, se extendió hablando
sobre sus cualidades espirituales y morales que hacían posible su
autodominio y poder. Todos quedaron convencidos de su santidad. Fue
introducido a continuación en la urna y enterrado. Durante diez años
hubo guardianes vigilando la fosa. Nadie albergaba la menor esperanza
de que el faquir sobreviviese a la prueba. Transcurrió el tiempo
convenido. Toda la corte acudió a la tumba del faquir, con la certeza
de que, a pesar de su santidad y poder, habría muerto y el cadáver
sería solamente un conjunto de huesos putrefactos. Sacaron la urna al
exterior, la abrieron y hallaron al faquir en estado de catalepsia.
Poco a poco el hombre se fue reanimando, efectuó varias respiraciones
profundas, abrió sus ojos, dio un salto y sus primeras palabras
fueron:
¡Por Dios!, ¿dónde está el diamante?
*El Maestro dice: Sin desapego real y sabiduría, hasta la más precisa
técnica de autodominio carece de significación.
EL PASTOR DISTRAÍDO

Al atardecer, un pastor se disponía a conducir el rebaño al establo.
Entonces contó sus ovejas y, muy alarmado, se dio cuenta de que
faltaba una de ellas. Angustiado, comenzó a buscarla durante horas,
hasta que se hizo muy avanzada la noche. No podía hallarla y empezó a
llorar desesperado. Entonces, un hombre que salía de la taberna y que
pasó junto a él, le miró y le dijo:
Oye, ¿por qué llevas una oveja sobre los hombros?
*El Maestro dice: No seas como el pastor negligente, que por no haber
aprendido a discernir, buscas donde no debes hacerlo y así todas tus
tentativas son insatisfactorias.
EL RECLUSO
Un recluso iba a ser trasladado de una a otra prisión y para ello
debía atravesar toda la ciudad. Le colocaron sobre la cabeza un cuenco
lleno de aceite hasta el borde y le dijeron:
Un verdugo, con una afilada espada, caminará detrás de ti. En el
mismo momento en que derrames una gota de aceite, te rebanará la
cabeza.
Se sacó al recluso de la celda y se le colocó un cuenco sobre la
cabeza.
Comenzó a caminar con mucho cuidado, en tanto el verdugo iba detrás de
él.
Había llegado a pleno centro de la ciudad, cuando, de súbito, también
llegaron al mismo lugar un grupo de hermosísimas bailarinas. La
pregunta es: ¿Logró el recluso no ladear la cabeza para mirar a las
bailarinas y así mantenerla a salvo, o, por el contrario,
negligentemente, miró a las bailarinas y la perdió?
*El Maestro dice: Los que no permanecen atentos es como si ya
estuvieran muertos.
LOS DOS AMIGOS
Dos amigos emprendieron una excursión. Al llegar la noche se echaron a
dormir uno al lado del otro. Uno de ellos soñó que habían tomado un
barco y habían naufragado en una isla. Al despertar, comenzó a
preguntarle a su compañero si recordaba la travesía, el barco y la
isla. Se quedó atónito cuando el amigo le explicó que él no había
tenido el mismo sueño. No podía creerlo. Pero ¡si era un sueño
increíble! Se negaba a aceptar que el amigo no recordara la travesía,
el barco y la isla.
*El Maestro dice: La persona común, atrapada en la cárcel de su ego,
proyecta sobre los otros sus propios autoengaños.
LOS DOS SADHUS
Se trataba de dos sadhus muy piadosos que acudieron a visitar a
Ramakrishna, uno de los más grandes yoguis de la India. Se trataba de
un padre y su hijo. Anhelaban reunirse con Ramakrishna para recibir la
instrucción mística de este gran sabio. Estaban esperando en el jardín
a que el maestro los recibiera, cuando de repente apareció una
serpiente y picó al sadhu joven. El padre, muy alarmado, empezó a
temblar y a dar gritos para que alguien les prestase ayuda. El hijo,
sin embargo, permaneció muy sereno, impasible, como si no le hubiera
mordido una peligrosa serpiente. Realmente sorprendido, el padre
preguntó a su hijo:
Pero, ¿cómo puedes estar tan tranquilo?
El joven sadhu, muy calmadamente, repuso:
¿Qué es la serpiente y a quién ha mordido?
*El Maestro dice: En una mente tocada por la consciencia de unidad,
los reflejos no se confunden con la realidad.
ANSIA
Era un padre de familia. Había conseguido unas buenas condiciones de
vida y había enviudado, después de que sus hijos se hicieran mayores y
encauzaran sus propias vidas. Siempre había acariciado la idea de
dedicarse a la búsqueda espiritual y poder llegar a sentir la unidad
con la Conciencia Universal. Ahora que ya no tenía obligaciones
familiares, decidió ir a visitar a un yogui y ponerlo al corriente de
sus inquietudes, pidiéndole también consejo espiritual.
El yogui vivía cerca de un río, cubriendo su cuerpo con un taparrabos
y alimentándose de aquello que le daban algunos devotos. Vivía en paz
consigo mismo y con los demás. Sonrió apaciblemente cuando llegó hasta
él el hombre de hogar.
¿En qué puedo ayudarte? preguntó cortésmente.
Venerable yogui, ¿cómo podría yo llegar a percibir la Mente
Universal y hacerme uno con Ella?
El yogui ordenó:
Acompáñame.
El yogui condujo al hombre de hogar hasta el río. Le dijo:
Agáchate.
Así lo hizo el hombre de hogar y, al punto, el yogui lo agarró
fuertemente por la cabeza y lo sumergió en el agua hasta llevarlo al
borde del desmayo. Por fin permitió que el hombre de hogar, en sus
denodados forcejeos, sacara la cabeza. Le preguntó:
¿Qué has sentido?
Una extraordinaria necesidad y ansia de aire.
Pues cuando tengas esa misma ansia de la Mente Universal, podrás
aprender a percibirla y hacerte uno con ella.
*El Maestro dice: Aunque pienses en la palabra “lámpara” no se
enciende la luz. Que la motivación de libertad interior sea real y
seguida por la práctica y no se quede sólo en una idea.
LOS ORFEBRES
En una localidad de la India había un negocio de orfebrería donde
trabajaban cuatro hombres que eran tenidos por muy piadosos y que
siempre eran vistos con los signos del dios Vishnú pintados en la
frente, un collar de semillas sagradas al pecho, un rosario en la mano
y el nombre del Divino repitiéndose en sus labios. Las gentes de la
localidad, impresionadas por tanta santidad, se habían convertido en
generosos clientes del establecimiento. A éstos les agradaba mucho
comprobar que cuando llegaban a la tienda, los cuatro orfebres
repetían los nombres de distintas divinidades hindúes. Al llegar un
cliente, uno de ellos exclamaba: “Keshava, Keshava”; un poco después,
otro entonaba: “Gopal, Gopal”; a continuación, el tercero recitaba:
“Hari, Hari”. Entonces los clientes, muy satisfechos con tanta
santidad, hacían una buena compra, en tanto el cuarto orfebre decía
fervorosamente: “Hara, Hara”.
Todos estos términos son nombres de deidades del panteón hindú, pero
los orfebres eran bengalíes y en su lengua tienen un segundo
significado. Keshava quiere decir: “?Quiénes son”?, que es lo que
pregunta el primer orfebre; Gopal significa: “Un rebaño de vacas”, que
es lo que contesta el segundo; Hari es: “?Puedo robarles?”, que
pregunta el tercero; Hara quiere decir: “Sí, róbales”, que es lo que
declara el cuarto.
*El Maestro dice: Los falsos maestros aparentan santidad para
enmascarar sus perversas intenciones*.
EL ERMITAÑO Y EL BUSCADOR
Se trataba de un genuino buscador extranjero. Llevaba muchos años de
búsqueda incansable, rastreando inquebrantablemente la Verdad. Había
leído las escrituras de todas las religiones, había seguido numerosas
vías místicas, había puesto en práctica no pocas técnicas de
autodesarrollo y había escuchado a buen número de maestros; pero
seguía buscando. Dejó su país y se trasladó a la India.
Viajó sin descanso. Había ido de un estado a otro y de ciudad en
ciudad, indagando, buscando, anhelando encontrar. Un día llegó a un
pueblo y preguntó si había algún maestro con el que entrar en
contacto. Le comunicaron que no había ningún maestro, pero que en una
montaña cercana habitaba un ermitaño. El hombre se dirigió a la
montaña con el propósito de hallar al ermitaño. Comenzó a ascender por
una de sus laderas. De súbito, observó que el ermitaño bajaba por el
mismo sendero por el que él subía. Cuando estaban a punto de cruzarse
e iba a preguntarle el mejor modo para acelerar el proceso hacia la
liberación, el ermitaño dejó caer en el suelo un saco que llevaba a
sus espaldas. Se hizo un silencio profundo, estremecedor, total y
perfecto. El ermitaño clavó sus ojos, sutiles y elocuentes, en los del
buscador. ¡Qué mirada aquélla!
Luego, el ermitaño cogió de nuevo el saco, lo cargó a su espalda y
prosiguió la marcha. Ni una palabra, ni un gesto, pero ¡qué mirada
aquélla! El buscador, de repente, comprendió en lo más profundo de sí
mismo. No se trataba de una comprensión intelectual, sino inmensa y
visceral. Deja el fardo de juicios y prejuicios, conceptos y actitudes
egocéntricas, para poder evolucionar.
*El Maestro dice: No tienes nada que perder que no sea tu ignorancia y
la máscara de tu personalidad.
LOS DESIGNIOS DEL KARMA
Sariputta era uno de los más grandes discípulos del Buda y llegó a ser
un iluminado de excepcional sabiduría y sagaz visión. Viajaba
propagando la Enseñanza, y cierto día, al pasar por una aldea de la
India, vio que una mujer sostenía en una mano un bebé y con la otra
estaba dando una sardina a un perro. Con su visión clarividente e
intemporal pudo ver quiénes fueron todos ellos en una pasada
existencia.
Se trataba de una mujer casada con un cruel marido que la golpeaba a
menudo. Se enamoró de otro hombre, pero entre su padre y su marido,
poniéndose de acuerdo para ello, le dieron muerte.
Ahora la mujer mantenía a un bebé en sus brazos, su antiguo amante,
que fuera asesinado. La sardina era su despiadado marido, y el perro,
su padre. Todos habían vuelto a reunirse en la presente vida, pero en
condiciones muy distintas.
*El Maestro dice: Nadie puede escapar a sus acciones: tal es el
designio del karma.
VIAJE AL CORAZÓN
Bastami era uno de los más grandes sufíes de la India. Se proponía
efectuar una larga peregrinación a La Meca, cuando se encontró con un
instructor espiritual que le preguntó:
¿Por qué has de ir a La Meca?
Para ver a Dios repuso.
El instructor le ordenó:
Dame ahora mismo todo el dinero que llevas contigo para el viaje.
Bastami le entregó el dinero, el instructor se lo guardó en el
bolsillo, y dijo:
Sé que habrías dado siete vueltas alrededor de la piedra sagrada.
Pues bien, en lugar de eso, da ahora siete vueltas a mi alrededor.
Bastami obedeció y dio siete vueltas alrededor del instructor, quien
declaró a continuación:
Ahora sí has conseguido lo que te proponías. Ya puedes regresar a tu
casa con el ánimo sereno y satisfecho, si bien antes quiero decirte
algo más. Desde que La Meca fue construida, ni un solo minuto Dios ha
morado allí. Pero desde que el corazón del hombre fue creado, ni un
solo instante Dios ha dejado de habitar en él. Ve a tu casa y medita.
Viaja a tu corazón.
*El Maestro dice: Busca refugio dentro de ti. ¿Qué otro refugio puede
haber? ?
EL ARTE DE LA OBSERVACIÓN
El discípulo llegó hasta el maestro y le dijo:
Guruji, por favor, te ruego que me impartas una instrucción para
aproximarme a la verdad. Tal vez tú dispongas de alguna enseñanza
secreta.
Después de mirarle unos instantes, el maestro declaró:
El gran secreto está en la observación. Nada escapa a una mente
observadora y perceptiva. Ella misma se convierte en la enseñanza.
¿Qué me aconsejas hacer?
Observa dijo el gurú. Siéntate en la playa, a la orilla del mar, y
observa cómo el sol se refleja en sus aguas. Permanece observando
tanto tiempo como te sea necesario, tanto tiempo como te exija la
apertura de tu comprensión.
Durante días, el discípulo se mantuvo en completa observación, sentado
a la orilla del mar. Observó el sol reflejándose sobre las aguas del
océano, unas veces tranquilas, otras encrespadas. Observó las leves
ondulaciones de sus aguas cuando la mar estaba en calma y las olas
gigantescas cuando llegaba la tempestad. Observó y observó, atento y
ecuánime, meditativo y alerta. Y así, paulatinamente, se fue
desarrollando su comprensión.
Su mente comenzó a modificarse y su consciencia a hallar otro modo
mucho más rico de percibir.
El discípulo, muy agradecido, regresó junto al maestro.
¿Has comprendido a través de la observación? preguntó el maestro.
Sí repuso satisfecho el discípulo. Llevaba años efectuando los
ritos, asistiendo a las ceremonias más sagradas, leyendo las
escrituras, pero no había comprendido. Unos días de observación me han
hecho comprender.
El sol es nuestro ser interior, siempre brillante, autoluminoso,
inafectado. Las aguas no le mojan y las olas no le alcanzan; es ajeno
a la calma y la tempestad aparentes.
Siempre permanece, inalterable, en sí mismo.
–Ésa es una enseñanza sublime declaró el gurú, la enseñanza que se
desprende del arte de la observación.
*El Maestro dice: Todos los grandes descubrimientos se han derivado de
la observación diligente. No hay mayor descubrimiento que el del Ser.
Observa y comprende.
¿POR QUIÉN DEBO AFLIGIRME?
Un hombre se vio obligado a dejar su casa durante unos días para ir en
busca de empleo. En su ausencia, el único hijo que tenía enfermó
súbitamente y murió. Cuando el hombre regresó a su hogar, su esposa,
deshecha en lágrimas, le dio la amarga noticia. Pero el hombre
permaneció extraordinariamente sereno y ecuánime. La esposa no podía
salir de su asombro e indignación. Comenzó a increparle agriamente su
actitud. El hombre la tranquilizó y luego explicó: “Querida, la otra
noche soñé que tenía siete hijos y que con ellos mi vida estaba llena
de satisfacción y felicidad. Sí, realmente, yo era muy feliz con mis
hijos. Al despertarme, de pronto, los perdí a todos. Ahora te
pregunto: ¿Por quién debo afligirme? ¡Por los siete hijos o por el que
hemos perdido?”
*El Maestro dice: Para el que ha trascendido todos los fenómenos y
apariencias, la vida es de la misma sustancia que un sueño.
EL GRANO DE MOSTAZA
Una mujer, deshecha en lágrimas, se acercó hasta el Buda y, con voz
angustiada y entrecortada, le explicó:
Señor, una serpiente venenosa ha picado a mi hijo y va a morir.
Dicen los médicos que nada puede hacerse ya.
Buena mujer, ve a ese pueblo cercano y toma un grano de mostaza
negra de aquella casa en la que no haya habido ninguna muerte. Si me
lo traes, curaré a tu hijo.
La mujer fue de casa en casa, inquiriendo si había habido alguna
muerte, y comprobó que no había ni una sola casa donde no se hubiera
producido alguna. Así que no pudo pedir el grano de mostaza y
llevárselo al Buda.
Al regresar, dijo:
Señor, no he encontrado ni una sola casa en la que no hubiera habido
alguna muerte.
Y, con infinita ternura, el Buda dijo:
¿Te das cuenta, buena mujer? Es inevitable. Anda, ve junto a tu hijo
y, cuando muera, entierra su cadáver.
*El Maestro dice: Todo lo compuesto, se descompone: todo lo que nace,
muere. Acepta lo inevitable con ecuanimidad.
LA ENSEÑANZA DEL SABIO VEDANTÍN
Era un sabio vedantín, es decir, que creía en la unidad que se
manifiesta como diversidad. Estaba hablando a sus discípulos sobre el
Ser Supremo y el ser individual, explicándoles que son lo mismo.
Declaró:
Del mismo modo que el Ser Supremo existe dentro de sí mismo, también
existe dentro de cada uno de nosotros.
Uno de los discípulos replicó:
Pero, maestro, ¿cómo nosotros podemos ser como el Ser Supremo,
cuando Él es tan inmenso y poderoso?
Infinitos universos moran dentro de Él. Nosotros somos partículas a su
lado.
El sabio le pidió al discípulo que se aproximase al Ganges y cogiese
agua. Así lo hizo el discípulo.
Cogió un tazón de agua y se lo presentó al sabio; pero éste protestó:
Te he pedido agua del Ganges.
Ésta no puede ser agua de ese río.
Claro que lo es dijo el discípulo consternado.
Pero en el Ganges hay peces y tortugas, las vacas acuden a beber a
sus orillas, y la gente se baña en él. Esta agua no puede ser del
Ganges.
Claro que lo es insistió el discípulo, pero en tan poca cantidad
que no puede contener ni peces, ni tortugas, ni vacas, ni devotos.
—Tienes razón afirmó el sabio.
Ahora devuelve el agua al río.
Así lo hizo el discípulo y regresó después junto al sabio, que le
explicó:
¿Acaso no existen ahora todas esas cosas en el agua? El ser
individual es como el agua en el tazón. Es una con el Ser Supremo,
pero existe en forma limitada y por eso parece diferente. Al devolver
el agua del tazón al río, volvió a contar con peces, tortugas, vacas y
devotos. Si meditas adecuadamente, comprenderás que tú eres el Ser
Supremo y que estás en todo, como Él.
*El Maestro dice: Hasta en una brizna de hierba habita el Alma
Universal.
¿Y QUIÉN TE ATA?
Angustiado, el discípulo acudió a su instructor espiritual y le
preguntó:
¿Cómo puedo liberarme, maestro?
El instructor contestó:
Amigo mío, ¿y quién te ata?
*El Maestro dice: La mente es amiga o enemiga. Aprende a subyugarla?
EL POBRE IGNORANTE
Un hombre, muy sencillo y analfabeto, llamó a las puertas de un
monasterio. Tenía deseos verdaderos de purificarse y hallar un sentido
a la existencia. Pidió que le aceptasen como novicio, pero los monjes
pensaron que el hombre era tan simple e iletrado que no podría ni
entender las más básicas escrituras ni efectuar los más elementales
estudios. Como le vieron muy interesado por permanecer en el
monasterio, le proporcionaron una escoba y le dijeron que se ocupara
diariamente de barrer el jardín. Así, durante años, el hombre barrió
muy minuciosamente el jardín sin faltar ni un solo día a su deber.
Paulatinamente, todos los monjes empezaron a ver cambios en la actitud
del hombre. ¡Se le veía tan tranquilo, gozoso, equilibrado! Emanaba de
todo él una atmósfera de paz sublime. Y tanto llamaba la atención su
inspiradora presencia, que los monjes, al hablar con él, se dieron
cuenta de que había obtenido un considerable grado de evolución
espiritual y una excepcional pureza de corazón. Extrañados, le
preguntaron si había seguido alguna práctica o método especiales, pero
el hombre, muy sencillamente, repuso:
No, no he hecho nada, creedme.
Me he dedicado diariamente, con amor, a limpiar el jardín, y, cada vez
que barría la basura, pensaba que estaba también barriendo mi corazón
y limpiándome de todo veneno.
*El Maestro dice: El mayor ignorante hallará la paz si su intención es
genuina; el erudito más destacado proseguirá a oscuras si su intención
no es la correcta.
EL LADRÓN POLICÍA
En un pueblo de la India había un hábil ladrón que robaba en todas las
casas y jamás podía ser sorprendido.
Era un verdadero experto. La gente de la localidad, desmoralizada, se
reunió con el alcalde y le pidió que nombrase un policía, ya que no
había ninguno en el pueblo y así el ladrón lograba actuar a su aire y
sin ningún riesgo. El alcalde, comprendiendo el desánimo de las gentes
del lugar, entregó un bando solicitando personas que se presentaran al
puesto de policía. Solamente se presentó un candidato. Se trataba del
ladrón y fue elegido policía.
*El Maestro dice: Así como nunca el policía detendrá al ladrón que es
él mismo, jamás el ego capturará al ego, siendo necesario recurrir al
testigo que está más allá del ego y el pensamiento.
EL DESENCANTO
Se trataba de un hombre que nunca había tenido ocasión de ver el mar.
Vivía en un pueblo del interior de la India. Una idea se había
instalado con fijeza en su mente: “No podía morir sin ver el mar”.
Para ahorrar algún dinero y poder viajar hasta la costa, tomó otro
trabajo además del suyo habitual. Ahorraba todo aquello que podía y
suspiraba porque llegase el día de poder estar ante el mar.
Fueron años difíciles. Por fin, ahorró lo suficiente para hacer el
viaje. Tomó un tren que le llevó hasta las cercanías del mar. Se
sentía entusiasmado y gozoso. Llegó hasta la playa y observó el
maravilloso espectáculo. ¡Qué olas tan mansas! ¡Qué espuma tan
hermosa! ¡Qué agua tan bella! Se acercó hasta el agua, cogió una poca
con la mano y se la llevó a los labios para degustarla. Entonces, muy
desencantado y abatido, pensó: “!Qué pena que pueda saber tan mal con
lo hermosa que es!”
*El Maestro dice: Por ignorancia, cuando tus expectativas no son
satisfechas, te desencantas. El ser liberado sólo espera aquello que
ocurre.
EL PODER DEL MANTRA
El poder y alcance del mantra depende de la actitud del que lo repite.
Así lo evidencia la siguiente historia.
Un eremita vivía a la orilla del río. Era alimentado por una lechera
que todos los días le regalaba leche para su manutención. El eremita
había concedido una mantra a la buena mujer y le había dicho:
Repitiendo este poderoso mantra puedes ir a través del océano de la
existencia.
Pasó el tiempo. Cierto día en que la lechera iba a cruzar el río para
llevar la leche al eremita, llovió torrencialmente y las aguas del río
se desbordaron. No había manera de pasar el río en barca. La mujer
recordó lo que había dicho el eremita: “Repitiendo este poderoso
mantra puedes ir a través del océano de la existencia”. Y se dijo a sí
misma: “Y esto sólo es un río”. Repitió interiormente el mantra con
mucho amor y motivación y comenzó a caminar sobre el agua hasta llegar
donde estaba el eremita. Al verla, éste, muy extrañado, preguntó:
¿Cómo has podido llegar hasta aquí si el río se ha desbordado?
La mujer repuso:
Como me dijiste que con el mantra que me entregaste podía atravesar
el océano de la existencia, pensé que sería mucho más fácil cruzar el
río.
Recité el mantra y lo pasé caminando sobre las aguas.
Al escuchar esta explicación, el eremita se llenó de vanidad y pensó:
“!Qué grado de evolución debo tener cuando la lechera ha podido hacer
esta proeza con mi mantra!” Días después, el eremita tenía que ir a la
ciudad. Las lluvias monzónicas no habían cesado y el río continuaba
desbordado. El eremita pensó que no había ningún problema. Si el
mantra había funcionado con la lechera, ¿cómo no iba a funcionar con
él?
Empezó a repetir el mantra y se lanzó a las aguas del río.
Automáticamente se hundió hasta el fondo y pereció.
*El Maestro dice: El ego es la muerte de lo más real que hay en uno
mismo. No libera, esclaviza y ahoga.
SIGUE ADELANTE
Un leñador estaba en el bosque talando árboles para aprovechar su
madera, aunque ésta no era de óptima calidad. Entonces vino hacia él
un anacoreta y le dijo:
Buen hombre, sigue adelante.
Al día siguiente, cuando el sol comenzaba a despejar la bruma
matutina, el leñador se disponía para emprender la dura labor de la
jornada. Recordó el consejo que el día anterior le había dado el
anacoreta y decidió penetrar más en el bosque. Descubrió entonces un
macizo de árboles espléndidos de madera de sándalo. Esta madera es la
más valiosa de todas, destacando por su especial aroma.
Transcurrieron algunos días. El leñador volvió a recordar la
sugerencia del anacoreta y determinó penetrar aún más en el bosque.
Así pudo encontrar una mina de plata. Este fabuloso descubrimiento le
hizo muy rico en pocos meses. Pero el que fuera leñador seguía
manteniendo muy vivas las palabras del anacoreta: “Sigue adelante”,
por lo que un día todavía se introdujo más en el bosque. Fue de este
modo como halló ahora una mina de oro y se hizo un hombre
excepcionalmente rico.
*El Maestro dice: “Sigue adelante”, hacia tu interior hacia la fuente
de tu Sabiduría. ¿Puede haber mayor riqueza que ésta?*
¿HASTA CUÁNDO DORMIDO?
Era un pueblo de la India cerca de una ruta principal de comerciantes
y viajeros. Acertaba a pasar mucha gente por la localidad. Pero el
pueblo se había hecho célebre por un suceso insólito: había un hombre
que llevaba ininterrumpidamente dormido más de un cuarto de siglo.
Nadie conocía la razón. ¡Qué extraño suceso! La gente que pasaba por
el pueblo siempre se detenía a contemplar al durmiente.
?Pero a qué se debe este fenómeno?
se preguntaban los visitantes. En las cercanías de la localidad
vivía un eremita. Era un hombre huraño, que pasaba el día en profunda
contemplación y no quería ser molestado. Pero había adquirido fama de
saber leer los pensamientos ajenos. El alcalde mismo fue a visitarlo y
le rogó que fuera a ver al durmiente por si lograba saber la causa de
tan largo y profundo sueño. El eremita era muy noble y, a pesar de su
aparente adustez, se prestó a tratar de colaborar en el
esclarecimiento del hecho. Fue al pueblo y se sentó junto al
durmiente. Se concentró profundamente y empezó a conducir su mente
hacia las regiones clarividentes de la consciencia. Introdujo su
energía mental en el cerebro del durmiente y se conectó con él.
Minutos después, el eremita volvía a su
estado ordinario de consciencia. Todo el pueblo se había reunido para
escucharlo. Con voz pausada, explicó:
Amigos. He llegado, sí, hasta la concavidad central del cerebro de
este hombre que lleva más de un cuarto de siglo durmiendo. También he
penetrado en el tabernáculo de su corazón. He buscado la causa. Y,
para vuestra satisfacción, debo deciros que la he hallado. Este hombre
sueña de continuo que está despierto y, por tanto, no se propone
despertar.
*El Maestro dice: No seas como este hombre, dormido espiritualmente en
tanto crees que estás despierto.
EL HOMBRE QUE SE DISFRAZÓ DE BAILARINA
Una fastuosa fiesta se celebraba en la corte real. El monarca esperaba
con ansiedad el momento de la danza, pues era muy amante de la misma.
Quedaban unos minutos para que tuviera lugar la representación, cuando
la bailarina enfermó de gravedad. No se podía desairar al rey, así que
se buscó afanosamente otra bailarina para sustituir a la enferma, pero
sucedió que no pudo ser hallada ninguna. El carácter del rey era
terrible cuando se enfadaba. ¿Qué se podía hacer?
Uno de los ministros resolvió elegir a uno de los sirvientes y se le
ordenó que se disfrazara de bailarina y bailase ante el rey. El
sirviente se disfrazó de bailarina, se maquilló minuciosamente y danzó
con entusiasmo ante el monarca. El rey, satisfecho, dijo:
Aunque en algunas actitudes es un poco varonil, se trata de una gran
bailarina. Me siento complacido.
La pregunta es: Mientras el sirviente interpretaba a la bailarina,
¿dejó de saber que era un hombre?
Nadie podría contestar, excepto él.
*El Maestro dice: El ser humano común se comporta como si el sirviente
se hubiera identificado tanto con su papel que hubiera dejado de saber
que era un hombre. Cuando se identifica con la personalidad y todo lo
adquirido, se olvida de su Ser real.
OCHO ELEFANTES BLANCOS

El discípulo quería elaborarlo todo a través del entendimiento
intelectual. Sólo confiaba en la razón y estaba encerrado en la propia
jaula de su lógica. Visitó al mentor espiritual y le preguntó:
Señor, ¿quién sostiene el mundo?
El mentor repuso:
Ocho elefantes blancos.
¿Y quién sostiene a los ocho elefantes blancos? preguntó intrigado
el discípulo.
Otros ocho elefantes blancos.
*El Maestro dice: El pensamiento es limitado. Una nueva energía de
conocimiento aparece cuando cesa el pensamiento.
UNA PARTÍCULA DE VERDAD

En compañía de uno de sus acólitos, el diablo vino a dar un largo
paseo por el planeta Tierra. Habiendo tenido noticias de que la Tierra
era terreno de odio y perversidades, corrupción y malevolencia,
abandonó durante unos días su reino para disfrutar de su viaje.
Maestro y discípulo iban caminando tranquilamente cuando, de súbito,
este último vio una partícula de verdad. Alarmado, previno al diablo:
Señor, allí hay una partícula de verdad, cuidado no vaya a
extenderse.
Y el diablo, sin alterarse en lo más mínimo, repuso:
No te preocupes, ya se encargarán de institucionalizarla.
*El Maestro dice: Nadie puede monopolizar la verdad, ni la verdad es
patrimonio de nadie.
EL REY DE LOS MONOS
Cuando el rey de los monos se enteró de dónde moraba el Buda
predicando la Enseñanza, corrió hacia él y le dijo:
Señor, me extraña que siendo yo el rey de los monos no hayáis
enviado a alguien a buscarme para conocerme.
Soy el rey de millares de monos.
Tengo un gran poder.
El Buda guardó el noble silencio.
Sonreía. El rey de los monos se mostraba descaradamente arrogante y
fatuo.
No lo dudéis, señor agregó, soy el más fuerte, el más rápido, el
más resistente y el más diestro. Por eso soy el rey de los monos. Si
no lo creéis, ponedme a prueba. No hay nada que no pueda hacer. Si lo
deseáis, viajaré al fin del mundo para demostrároslo.
El Buda seguía en silencio, pero escuchándolo con atención. El rey de
los monos añadió:
Ahora mismo partiré hacia el fin del mundo y luego regresaré de
nuevo hasta vos.
Y partió. Días y días de viaje.
Cruzó mares, desiertos, dunas, bosques, montañas, canales, estepas,
lagos, llanuras, valles... Finalmente, llegó a un lugar en el que se
encontró con cinco columnas y, allende las mismas, sólo un inmenso
abismo. Se dijo a sí mismo: “No cabe duda, he aquí el fin del mundo”.
Entonces dio comienzo al regreso y de nuevo surcó desiertos, dunas,
valles... Por fin, llegó de nuevo a su lugar de partida y se encontró
frente al Buda.
Ya me tienes aquí dijo arrogante. Habrás comprobado, señor, que
soy el más intrépido, hábil, resistente y capacitado. Por este motivo
soy el rey indiscutible de los monos.
El Buda se limitó a decir:
Mira dónde te encuentras.
El rey de los monos, estupefacto, se dio entonces plena cuenta de que
estaba en medio de la palma de una de las manos del Buda y de que
jamás había salido de la misma. Había llegado hasta sus dedos, que
tomó como columnas, y más allá sintió el abismo, fuera de la mano del
Bienaventurado, que jamás había abandonado.
*El Maestro dice: ¿Adónde pueden conducirte tu engreimiento y fatuidad
que no sea al abismo?*
MAÑANA TE LO DIRÉ
El rey era un hombre joven sinceramente preocupado por las cuestiones
metafísicas. Aspiraba a conquistar la liberación interior y sabía que
lograrla requería muchísima motivación y un enorme esfuerzo. Comenzó a
preguntarse si una persona necesitaría más de una liberación y,
atormentado por esta cuestión, hizo llamar a su maestro.
Venerable yogui. Hay una cuestión que me inquieta mucho. Incluso me
roba el sueño. Yo sé hasta qué punto hay que esforzarse para hallar la
Liberación pero me pregunto: ¿Basta con que una persona se libere una
vez o son necesarias más liberaciones?
El yogui sólo repuso:
Mañana, señor, te lo diré al amanecer.
El monarca ni siquiera pudo conciliar el sueño. Estaba ansioso por
recibir la respuesta. Los primeros rayos del sol iluminaron su reino.
Se incorporó y comenzó a ataviarse. Recordó que tenía que estar
presente en una ejecución que iba a llevarse a cabo. Por haber violado
y matado a varias mujeres, un hombre había sido condenado a la horca.
El juez había anunciado: “Este hombre cruel y perverso debería ser
ahorcado por cada uno de sus crímenes”.
Cuando el rey salió de su cámara, el yogui le estaba esperando.
Estoy ansioso por conocer tu respuesta dijo el rey nada más verle.
La conocerás, señor. Si me permites acompañarte a contemplar la
ejecución.
El monarca y el yogui asistieron a la ejecución. El asesino fue
ahorcado. Entonces el rey se volvió hacia el yogui y le preguntó:
¿Cuándo responderás a mi pregunta?
Ahora mismo, majestad repuso el yogui. Ese hombre que acaba de ser
ejecutado debería haber sido ahorcado, según el juez, una vez por cada
uno de sus crímenes. ¿Podéis acaso ahorcarlo de nuevo?
Claro que no afirmó el monarca. Un hombre ahorcado no puede ser
ahorcado de nuevo.
Y el yogui dijo:
Y un hombre liberado, ¿puede liberarse de nuevo?
*El Maestro dice: Con la Liberación pierdes el ego pero ganas el Todo.
LEALTAD
Un insurrecto había sido condenado a morir en la horca. El hombre
tenía a su madre viviendo en una lejana localidad y no quería dejar de
despedirse de ella por este motivo. Hizo al rey la petición de que le
permitiese partir unos días para visitar a su madre. El monarca sólo
puso una condición, que un rehén ocupase su lugar mientras permanecía
ausente y que, en el supuesto de que no regresase, fuera ejecutado por
él. El insurrecto recurrió a su mejor amigo y le pidió que ocupase su
puesto. El rey dio un plazo de siete días para que el rehén fuera
ejecutado si en ese tiempo no regresaba el condenado.
Pasaron los días. El sexto día se levantó el patíbulo y se anunció la
ejecución del rehén para la mañana del día siguiente. El rey preguntó
por su estado de ánimo a los carceleros, y éstos respondieron:
¡Oh, majestad! Está verdaderamente tranquilo. Ni por un momento ha
dudado de que su amigo volverá.
El rey sonrió con escepticismo.
Llegó la noche del sexto día. La tranquilidad y la confianza del rehén
resultaban asombrosas. De madrugada, el monarca indagó sobre el rehén
y el jefe de la prisión dijo:
Ha cenado opíparamente, ha cantado y está extraordinariamente
sereno.
No duda de que su amigo volverá.
—¡Pobre infeliz! exclamó el monarca.
Llegó la hora prevista para la ejecución. Había comenzado a amanecer.
El rehén fue conducido hasta el patíbulo. Estaba relajado y sonriente.
El monarca se extrañó al comprobar la firmeza anímica del rehén. El
verdugo le colocó la cuerda al cuello, pero él seguía sonriente y
sereno. Justo cuando el rey iba a dar la orden para la ejecución, se
escucharon los cascos de un caballo. El insurrecto había regresado
justo a tiempo. El rey, emocionado, concedió la libertad a ambos
hombres.
*El Maestro dice: Deposita en tu capacidad de libertad interior la
confianza del rehén y el camino te conducirá a la meta más alta.
EL YOGUI TÁNTRICO
Era un yogui abstinente que había aprendido a canalizar todas sus
energías sexuales hacia el desarrollo espiritual. Vivía en una casita
a las afueras del pueblo y era frecuentemente requerido por devotos
que le reclamaban instrucción mística. Cierto día, un grupo de
buscadores lo visitaron y le expusieron la siguiente cuestión:
Maestro, nos preguntamos cómo puedes asumir tan fácilmente tu
soledad, cómo no echas de menos a una mujer que te acompañe y te sirva
de apoyo y consuelo.
Nunca estoy solo, os lo aseguro repuso el yogui. Yo soy hombre y
mujer. He logrado unificar en mí ambas polaridades y jamás podré ya
sentirme solo. Me siento pleno y siempre acompañado. Cuando, por
ejemplo, barro mi casa o tiendo mi lienzo, soy mujer; pero cuando
cargo grandes pesos o corto leña, soy hombre. Según la tarea que lleve
a cabo, me siento hombre o mujer, pero en verdad no soy ni lo uno ni
lo otro, porque soy ambos a la vez.
*El Maestro dice: Para el ser realizado, sólo hay una energía, y es la
de la Mente Universal.
EL MENDICANTE GOLPEADO
Al amanecer, un monje mendicante dejó el monasterio para ir a mendigar
su alimento. Iba tranquilamente caminando cuando vio que un
terrateniente golpeaba cruelmente a uno de sus sirvientes. El monje,
lleno de compasión corrió hasta el terrateniente e intercedió por el
que estaba siendo tan severamente castigado. El terrateniente la
emprendió entonces con el pacífico monje y le propinó tal paliza que
lo dejó medio muerto. Un par de horas después, otros monjes del
monasterio lo hallaron en tan lamentable estado y lo condujeron
prestos a su celda en el monasterio. Uno de los monjes le estuvo
curando las heridas con mucho cariño. Cuando el herido se reanimó, le
dio leche y le preguntó:
Hermano, ¿me conoces?
Claro que te conozco, hermano dijo con un hilo de voz el herido.
Aquel que me golpeó, me está ahora cuidando y alimentando con leche.
*El Maestro dice: Así es el carácter de unidad para un iluminado.
LOS CIEGOS Y EL ELEFANTE
Se hallaba el Buda en el bosque de Jeta cuando llegaron un buen número
de ascetas de diferentes escuelas metafísicas y tendencias
filosóficas.
Algunos sostenían que el mundo es eterno, y otros, que no lo es; unos
que el mundo es finito, y otros, infinito; unos que el cuerpo y el
alma son lo mismo, y otros, que son diferentes; unos, que el Buda
tiene existencia tras la muerte, y otros, que no. Y así cada uno
sostenía sus puntos de vista, entregándose a prolongadas polémicas.
Todo ello fue oído por un grupo de monjes del Buda, que relataron
luego el incidente al maestro y le pidieron aclaración. El Buda les
pidió que se sentaran tranquilamente a su lado, y habló así:
Monjes, esos disidentes son ciegos que no ven, que desconocen tanto
la verdad como la no verdad, tanto lo real como lo no real.
Ignorantes, polemizan y se enzarzan como me habéis relatado. Ahora os
contaré un suceso de los tiempos antiguos. Había un maharajá que mandó
reunir a todos los ciegos que había en Sabathi y pidió que los
pusieran ante un elefante y que contasen, al ir tocando al elefante,
qué les parecía. Unos dijeron, tras tocar la cabeza: “Un elefante se
parece a un cacharro”; los que tocaron la oreja, aseguraron: “Se
parece a un cesto de aventar”; los que tocaron el colmillo: “Es como
una reja de arado”; los que palparon el cuerpo: “Es un granero”. Y
así, cada uno convencido de lo que declaraba, comenzaron a querellarse
entre ellos.
El Buda hizo una pausa y rompió el silencio para concluir:
Monjes, así son esos ascetas disidentes: ciegos, desconocedores de
la verdad, que, sin embargo, sostienen sus creencias.
*El Maestro dice: La visión parcial entraña más desconocimiento que
conocimiento.
FIN
* * *
Este libro fue digitalizado para distribución libre y gratuita a
través de la red
Revisión y Edición Electrónica de Hernán.
Rosario Argentina
28 de Febrero 2003 – 13:56
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